Ambientes activos y desafiantes
La desestructuración del sueño nocturno se acompaña de una dificultad para mantener la vigilia, viéndose interrumpida por siestas cada vez más frecuentes, que repercuten en la fragmentación del sueño. Es necesario tener organización estricta del sueño y de la vigilia, intentando construir una rutina estimulante en un ambiente iluminado y activo, que evite la presentación de sucesivas siestas, disminuyendo la fragmentación de la vigilia y el insomnio.
Armonía en la rutina
Es muy importante mantener horarios de sueño fijos, manteniendo en la medida de lo posible, una regularidad en las horas de acostarse por la noche y levantarse por la mañana. En complemento a lo anterior y siempre que las condiciones físicas del adulto mayor lo permitan, desarrollar sistemáticamente ejercicio moderado durante el día y evitar la ingesta vespertina de alcohol potencian una mejora en el estilo de vida y en el buen dormir.
El buen dormir
Según estudios longitudinales internacionales, las tasas más bajas de muerte corresponden a las personas de la tercera edad que duermen entre 7 a 8 horas diarias, incrementándose el riesgo en los sujetos que sobrepasan o están por debajo de este nivel. Así, cuando no descansamos lo suficiente corremos el riesgo de aumentar la probabilidad de contraer hipertensión y/o diabetes, por el incremento de producción de cortisol.
Función restauradora
El descanso es fundamental para mejorar nuestra actividad física e intelectual. El cerebro necesita varias horas de desconexión para procesar toda la información acumulada durante el día. De igual forma, mientras dormimos nuestra piel descansa y las células se regeneran y oxigenan con mayor facilidad. Específicamente en los ojos, la Rodopsina (pigmento sensible a la luz) logra renovarse recuperando el esfuerzo realizado durante la jornada diaria.