Ayer se celebró el Día Internacional de Conciencia Sobre el Ruido. Esta fecha busca alertar sobre los problemas de salud que involucran los altos niveles de ruido a que estamos expuestos diariamente. El ruido es un agente contaminante "invisible", barato de producir y difícil de controlar por la gran cantidad de fuentes de ruido que nos rodean. El 76% de la población que vive en los grandes centros urbanos, sufre de un impacto acústico muy superior al recomendable, afectando la calidad de vida y salud: estrés, irritabilidad, hipertensión, dolores de cabeza, taquicardias, fatiga, sordera, aceleración respiratoria y cardiaca, problemas cardiovasculares, problemas del sueño y molestias digestivas. Según la Organización Mundial de la Salud, ya existen más de 466 millones de personas con pérdida de audición discapacitante, y se prevé que en 2050 aproximadamente una de cada 10 tenga pérdida de audición.
Desde el año 2009 se han realizado en Chile importantes estudios de diagnóstico acústico ambiental en varias ciudades ejecutados por el Instituto de Acústica de la Facultad de Ciencias de la Ingeniería de UACh para el Ministerio del Medio Ambiente. Como resultado se ha planteado la necesidad de crear una norma nacional de calidad acústica ambiental, de similar manera a las normas de calidad de aire. Si se concreta, a futuro se deberán definir límites que protejan nuestra salud con Planes de Descontaminación Acústicos.
Sin embargo, también preocupa la calidad del entorno sonoro que nos envuelve. El paisaje sonoro, aquel ambiente acústico que es percibido o experimentado por una persona, lo constituyen el conjunto de sonidos y sus significados e interpretaciones. Estos elementos sonoros configuran un ambiente acústico especial y característico. Abundante de información, de armonías y señales: vida y movimiento, voces, música, lluvia y viento, ladridos. Todo el entorno nos condiciona e influye en nuestro estado de ánimo y salud mental. En una ciudad encontramos paisajes sonoros agradables y ricos en sonidos, como un parque o un humedal, y pasajes sonoros desagradables, como una calle muy transitada. Ante esta dualidad se requiere urgente avanzar hacia una mejor salud acústica, con una educación ambiental donde la valorización del paisaje sonoro sea protagonista. Necesitamos ciudades y espacios más armónicos y confortables, donde estemos rodeados de sonidos con sentido, en cantidad, calidad y volumen apropiado.
Prof. Enrique Suárez
Instituto de Acústica, Fac. Cs. de la Ingeniería, UACh