Claudia Muñoz David
El terremoto de Chiloé ocurrido en la Navidad de 2016 fue la primera señal de que la zona que falló durante el terremoto de 1960 se está reactivando sísmicamente. Es por esto que los investigadores del Núcleo Milenio Cyclo -entre quienes se destacan profesionales de la Universidad Austral de Chile- se han dedicado a observar con atención el sismo de 2016, con el objetivo de estudiar los procesos de acumulación y liberación de energía.
Uno de los últimos trabajos desarrollados por los científicos fue una investigación enfocada a modelar la interacción de los terremotos ocurridos en 1960 y 2016. Este estudio fue desarrollado por Marcos Moreno, Daniel Melnick y Andrés Tassara, además de investigadores internacionales, y fue publicado en la revista científica Nature Geoscience. El modelo presentado demuestra la división de la zona sismogénica en un segmento superficial y otro profundo e indica cómo se sincronizan temporalmente ambos segmentos.
Entre las principales conclusiones de este trabajo se destaca que podrían ocurrir otros sismos como el de 2016 en la zona de la ruptura de 1960. Sismos de una magnitud menor a 8 en la escala de Richter, profundos, pero que tienen la capacidad de levantar la costa y de generar un movimiento intenso focalizado. Este tipo de terremotos generalmente no provocan grandes tsunamis.
El director de Cyclo y coautor del artículo, Daniel Melnick, explicó que "después del terremoto de 1960 se volvió a cargar el segmento afectado. Fue esa carga la que produjo el terremoto de Chiloé en 2016. Hay otras zonas que también están maduras, por ejemplo una en Ancud e incluso otra un poco al sur de Valdivia. Sabemos que ahí se pueden generar otros terremotos profundos".
Algunos ejemplos de terremotos profundos son el de Valparaíso en 1985, el de Tocopilla en 2007 y el de Constitución en 2012. Sus magnitudes variaron entre 7.5 y 8 Richter.
¿Existe la posibilidad de que se produzca pronto alguno tan destructivo como el de 1960? Melnick destacó que "sismos con esas características tienen una recurrencia de 280 o 300 años. Todavía faltan unos 200 años más". Este sismo fue superficial, por lo tanto, más intenso.
La investigación
Para desarrollar el estudio fueron utilizados datos geológicos, satelitales y otros obtenidos a través de GPS, los que han sido instalados en forma permanente en lugares como Quellón, Isla Guafo y Melinka, entre otros. Melnick relató que en la zona donde ocurrió el terremoto de 2016 fueron observadas las deformaciones y los movimientos en la superficie. "Con estas medidas usamos un modelo para ver dónde y cuánto se movieron las capas", dijo. La información sirvió para generar mapas con los comportamientos de desplazamiento de la falla en 1960 y 2016. Así, crearon un sofisticado modelo físico.
"Nosotros no conocemos muy bien las propiedades como la fricción, la fuerza o la presión de los fluidos de la falla, porque es difícil medirlas abajo. Sin embargo, sí conocemos muy bien el tiempo que ha ocurrido entre los dos terremotos. Con esto pudimos hacer un modelo con el que calculamos las propiedades físicas necesarias para que la ruptura se produzca en 60 años", explicó.
El modelamiento realizado permitirá comprender mejor los parámetros físicos de la zona de subducción, como el coeficiente de fricción efectiva, es decir, la fuerza que se debe sobrepasar para que se genere un terremoto.
"Estos parámetros son difíciles de obtener, pero como ya los conocemos gracias a estos modelos el siguiente paso es usarlos para hacer modelos dinámicos. Con ellos podremos saber cómo pueden variar los terremotos de un ciclo sísmico a otro, por ejemplo", contó.
En cuando a aplicaciones prácticas, pueden ser usados para generar modelos de amenaza. "Si se quiere estimar el riesgo de tsunami, de derrumbe o de inundaciones por cambios de nivel costero, primero se deben determinar los factores que generan este riesgo, conocer los parámetros físicos y entender cómo se generan los terremotos. Esa es la aplicación más directa a la comunidad", dijo.
Núcleo cyclo
Los objetivos del Núcleo Milenio Cyclo son cuantificar procesos de deformación asociados al ciclo sísmico a lo largo del margen continental chileno, para explorar los mecanismos responsables de grandes terremotos y además desarrollar modelos probabilísticos de amenaza.