En agosto de 2018, Carolina Ihle rearmó Valdivia. Escogió veinte hitos arquitectónicos de la capital regional y los dispuso con un nuevo orden urbano permitiendo ver el edificio que alberga el Teatro Cervantes a solo centímetros del aeródromo Las Marías.
De esta forma dejó a disposición de la comunidad una inédita perspectiva para apreciar los principales tesoros de la ciudad. Lo hizo con una maqueta, que a poco menos de un año de su estreno en espacios públicos la sigue utilizando como material pedagógico. Durante las últimas semanas la ha llevado al Colegio Aliwen (en coordinación con la profesora de artes visuales Francisca Puentes), promoviendo la discusión y el conocimiento sobre lo que se entiende por patrimonio.
A este innovador archivo de edificaciones y lugares, sumó además el registro de imágenes y sonidos en formato de time lapse de doce humedales urbanos de Valdivia. Fue en un segundo proyecto que igualmente ha compartido en diversas instancias. En mayo, como parte de la Semana de la Educación Artística guió una experiencia de creación musical en el Centro de Todas las Aguas del Mundo que le permitió promover la existencia e importancia de los humedales. Con estas acciones y desde los tres años y medio que lleva en Valdivia, la académica Uach, se ha vuelto un referente local en la utilización del arte y la creatividad en la educación desde la sensibilidad para el entendimiento del entorno.
Antecedentes
Carolina Ihle es arquitecta por la Pontificia Universidad Católica y Master in Science in Advanced Architecture Design por la Universidad de Columbia. Es especialista en preservación del patrimonio e investigadora Asociada del Núcleo Milenio Arte, Performance y Activismo. Según explica, fue en su especialización en Estados Unidos que descubrió cómo diversas prácticas artísticas pueden ser ocupadas para darle sentido al patrimonio.
Entonces decidió no volver a Santiago, que es desde donde había partido al extranjero; y se instaló en la capital de Los Ríos.
- Parece que el concepto de patrimonio está en una actualización permanente ¿Qué dificultades enfrenta actualmente?
-Particularmente en esta parte del mundo es más complejo de entender cosas como por ejemplo qué es lo patrimonial y la forma en que se puede catastrar o elegir. Nuestra historia es muy reciente, nuestras ciudades son muy jóvenes. Además, pareciera ser que el patrimonio es un tema de elite, que solo algunos lo entienden. No sacamos nada con que un pequeño grupo de expertos logremos entender por qué ciertos elementos tienen valor, si nadie más lo puede ver de esta forma. La gente no se sabe la historia de una casona patrimonial, porque por lo general se cree que es información sin relevancia.
- ¿Qué utilidad supone para una persona común y corriente manejar ese tipo de datos?
-Es que las construcciones y los lugares tienen que ver con las vidas de las personas. Es algo que nos incumbe profundamente, porque el patrimonio está contando tu historia personal, los entornos enriquecen las experiencias de vida. Entonces mientras más pendientes estemos de lo que nos rodea, más emotividad y sentido tendrán nuestros recuerdos. No hablamos solamente de los llamados Monumentos Nacionales, sino que de las plazas, las sedes de juntas de vecinos, los edificios que soportaron el terremoto, son espacios que tienen que ver con la memoria de cada persona.
-¿Cómo es la comunidad local en ese sentido?
-Valdivia tienen conciencia de su historia y apropiación de sus espacios mucho mayor que otras ciudades. Estamos mejor parados que Santiago, aunque el desafío sigue siendo el cómo educar a las personas pero no desbodándolas con información, sino más bien apelando a las sensaciones. Claramente no es lo mismo pasarle un libro a un niño para que aprenda, que invitarlo a ser parte de una experiencia creativa que activará sus sentidos, generándole nuevos conocimientos casi sin que se percate. La intención entonces no es adoctrinar; es hacer que enganchen con aquellas cosas que realmente tienen sentido.
- ¿Y ha funcionado con niños y jóvenes que han interactuado con sus proyectos?
-Efectivamente, porque la clave ha sido apelar a lo que sienten y no exclusivamente a los contenidos. La meta es generar pensamiento crítico, algo que muchas veces los colegios no fomentan al preocuparse por lograr otros objetivos como por ejemplo un buen rendimiento para ciertas pruebas.
Yo soy de la era pre internet y por lo mismo me ha costado un poco entender cómo es la forma de pensar de las generaciones actuales en relación al exceso de información que ofrece la web. De ahí entonces el desafío de aprender a usar la visualidad y de que las cosas pasen por las emociones antes de volverse contenido. De mi experiencia con los niños del Colegio Aliwen puedo decir de que se trata de un grupo excepcional con una inocencia y un nivel de simplicidad para entender las cosas, que es sorprendente.
- Andar por las calles sin prestar atención a los edificios es algo habitual para quienes no son arquitectos o constructores. Lo que no ocurre con el patrimonio natural. ¿Por qué se produce esa diferencia?
-Tiene que ver con que la naturaleza te regala una experiencia, tiene una capacidad inmersiva y sensorial. Te afecta emocionalmente, por eso a todas las personas le gustan los parques, el río y los humedales. En cambio las construcciones producen el efecto contrario. No todos están educados para leer las ciudades, para decodificarlas y eso las vuelve invisibles.
-¿Eso ayuda a entender por qué en Valdivia son comunes los rayados o tags en espacios públicos?
-La marcas tienen más que ver con territorialidad. Además es súper complicado explicarle a la gente lo que significa un espacio público de uso común, como la nueva costanera que antes de ser inaugurada ya tenía rayados. Más que aplicar represión, que en ningún caso sería una solución, tal vez habría que habilitar espacios para esas prácticas.