Inquietante resulta el rechazo de los padres a la aplicación de la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VHP) a sus hijas de 9 años de edad. En Los Ríos, a un mes del término de la campaña impulsada por la seremi de Salud, solo se ha logrado llegar al 55% de las niñas de cuarto año básico (9 años) que son su objetivo.
Si bien la oposición es un derecho de las familias considerado desde el comienzo de la vacunación, lo que llama la atención es la desconfianza hacia las instituciones que esta actitud refleja. No se cree en las informaciones oficiales, se cuestiona la decisión del ministerio y del Instituto de Salud Pública y los objetivos de una campaña como esta.
Tal reacción es comprensible si se revisa la gran cantidad de material contra la vacuna del VPH, que circula en internet y en las redes sociales. Hay datos que no siempre tienen fuente confiable, pero se multiplican con la repetición y el miedo de algo desconocido, con la fuerza del rumor que pasa de boca a boca.
Esa forma de compartir información (como las tradiciones y la experiencia social) es muy fuerte y extendida. Por lo mismo, debe ser comprendida por las autoridades antes de iniciar una campaña.
En este caso, además, el tema implica hablar de la vida sexual futura de los hijos y eso no resulta fácil para la mayoría de las familias chilenas. Menos en el caso de sus niñas, por prejuicios de género muy arraigados.
En tal escenario es complejo salvar distancias. Por lo mismo, quizás sea el momento de cambiar el mensaje, ser más claros sobre este producto en particular y sobre su posibilidad de prevenir el cáncer cérvico uterino. Pero también, quizás sea oportuno recordar que el sistema de salud chileno ha podido cuidar a la población y superar problemas severos como el sarampión, la poliomielitis, la tuberculosis, el cólera y otras enfermedades. Hace 100 años morían 250 de cada mil niños menores de 1 año; hoy esa cifra es de 7 por cada mil. La esperanza de vida era de 26 años y hoy se empina a 82. No son logros casuales, se deben a campañas sanitarias de urbanización, higiene y programas de vacunación ordenados y controlados, que muchas personas no valoran como aval, simplemente porque los desconocen.