La primera vez que conversé con Pedro Lemebel fue hace tiempo. Yo estaba en un congreso en la Universidad de Chile, conversando con mi amiga la poeta y ensayista Carmen Berenguer. En algún momento Carmen dijo: Mira, ahí están las yeguas. Y como una madre o madrina afectuosa y autoritaria, los llamó; eran Pedro Lemebel y Pancho Casas, famosos como "yeguas del Apocalipsis" que hacían acciones de arte contra la dictadura militar.
Acudieron de inmediato. Fue un momento distendido, de aceptación recíproca sin complejos ni tensiones; hablamos de literatura, por supuesto, y de otras cosas propias del momento que no eran agradables. Años después Pedro fue invitado a Valdivia a una Feria del Libro y su organizador me llamó para pedirme que lo presentara, a lo que respondí que lo haría con mucho afecto.
En otra ocasión, una sobrina interesada en cosas del arte y la literatura, fue a verlo y para iniciar la conversación le preguntó si me conocía. A ello, Pedro le contestó que sí y que le gustaba como crítico porque reconocía su calidad literaria y no lo valoraba como escritor sólo por su identidad ambivalente (la que significaba tan bien mediante su vestuario, como lo hizo aquí en Valdivia: en esa ocasión vestía de la cintura para arriba como mujer, de la cintura para abajo como hombre, de modo impecable). La dimensión femenina construida sobre una masculinidad no es necesariamente la totalidad de una escritura o de una biografía, menos aún en una novela, o un ensayo, o los magníficas crónicas sobre la multitud ambigua de nuestro país.
Estamos tristes porque no lo veremos más en persona. Pero, su escritura ya está en la historia literaria de Chile y de la contemporaneidad.
Aunque la expresión homosexual ya existía antes de su narrativa (recuérdese Pasión y muerte del cura Deusto, de D´Halmar, por ejemplo), Pedro siguió los pasos de su maestra Berenguer, pero de modo equivalente: desarrolló un lenguaje homosexual mediante autorreferencias, empíricas o no, temas específicos, descripciones, alusiones, metáforas, un estilo marica, de loca, inconfundible, trágico y divertido, valiente y atrevido, y por tanto, permanente, un estilo que perseverará en nuestra literatura pero que difícilmente podrá ser imitado.
Descansa en paz, escritor Pedro Lemebel.
Dr. Iván Carrasco Profesor del Instituto de Lingüística y Literatura UACh