Este año hemos sido llamados a participar en un proceso cívico para dar nuestra opinión sobre como deseamos la nueva Constitución política de nuestro Chile. Este proceso, aplaudido por algunos y resistido por otros, se da en un contexto de desconfianza y falta de credibilidad en las instituciones. Es fácil concentrarse en lo negativo, pero por la importancia de esta instancia es que debemos ser capaces de ser propositivos sobre el país que queremos construir.
La Constitución para un país, representa la Ley fundamental que tiene como objetivo el bien común y los cimientos de su identidad nacional, con sus riquezas, tradiciones y diversidades culturales. En palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, es "el alma de Chile".
La participación de los ciudadanos es un elemento fundamental de la democracia, y por tanto, también de la búsqueda del bien común.
Así lo consideraba nuestro prócer nacional, Arturo Prat, quien en su memoria para conseguir el título de abogado, realizó una exhaustiva revisión de la Ley Electoral vigente en 1876, concluyendo al finalizar este documento, que la legislación de una sociedad debe "ser garantía eficaz de que el resultado de las urnas sea la fiel expresión de la voluntad nacional". En nuestro actual ordenamiento jurídico en el que el voto es voluntario, urge un mayor compromiso de participación, y el ejercicio informado de este deber y derecho social.
Este proceso constituye -para los cristianos- un espacio propicio para aportar desde las enseñanzas del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, a la reflexión acerca de un sistema político orientado al bien común y que promueva la dignidad de la persona humana, la defensa de sus derechos y una sociedad más justa y equitativa.
Es ciertamente, todo un símbolo del respeto al derecho y a la majestad de la ley, este servicio que nos pide la patria, deponer todas nuestras actitudes partidistas, sesgadas e ideológicas, para buscar entre todos los elementos de derecho y de Ley que plasmen y proyecten en el tiempo nuestra verdadera "alma nacional".
Deseamos que la nueva Carta Fundamental interprete el alma de la nación, y se deje nutrir de su historia republicana.
Ignacio Ducasse
Obispo de Valdivia