Hace pocos días el Lago Villarrica fue declarado como Zona Saturada. Es el primero del país en esta categoría y las razones para esta determinación gubernamental tienen que ver con la alta contaminación detectada lo cual se traduce en presencia tóxicas de clorofila y fósforo, además de una baja transparencia en sus aguas.
Esta situación se habría causado por el vertimiento de elementos contaminantes, asociados a más de 700 fosas sépticas ubicadas en las cercanías del lago y de 16 puestos de piscicultura presentes en los alrededores, según consta en los estudios realizados por el ministerio de Medio Ambiente desde 2013 en adelante, año en que se publicó la norma de calidad de aguas del lago y se intensificó su monitoreo.
El decreto oficial sobre el Villarrica fue firmado por la ex Presidenta Bachelet días antes del fin de su mandato, pero se basa en los antecedentes recogidos en cuatro años, además de considerar las denuncias de muchas organizaciones comunitarias y de autoridades de La Araucanía, que manifestaron su preocupación. Algunos de ellos, incluso, creen que la medida ya es tardía.
El tema resulta muy serio y debiera funcionar como voz de alerta para Los Ríos, que registra antecedentes similares con el lago Panguipulli y la llegada a él de aguas servidas, hechos que han sido denunciados -e incluso judicializados- por los mismos pobladores y autoridades de la comuna. Es decir, hay riesgos parecidos, que requieren respuestas oportunas y atención a tiempo, considerando el enorme potencial turístico de esa zona.
También es preciso cuidar los demás lagos y ríos, sobre los cuales hay una innegable demanda inmobiliaria y productiva, que debe desarrollarse de manera sustentable, con mediciones constantes y una mirada atenta, que prevenga daños ambientales.
Pero las decisiones al respecto deben tomarse como parte de un proyecto de desarrollo regional sostenible y, si bien las regulaciones deben considerar la realidad económica, es preciso que tengan un límite claro y firme, que garantice protección del patrimonio natural. Esa es una lección que esta región ha debido aprender con dolor y esfuerzo público y privado, desde 2004 en adelante.