Más allá de lo que ocurra en la cancha, porque la lógica invita a pensar en un triunfo del visitante, y porque en el básquetbol -a diferencia de otros juegos- lo previsible se permite muy pocas licencias, esta noche Valdivia vivirá la que posiblemente sea la jornada deportiva más trascendente del año en la región.

La selección chilena de básquetbol recibe en el Coliseo Municipal Antonio Azurmendy Riveros a Canadá, en partido oficial dentro del proceso clasificatorio para el Campeonato Mundial a disputarse en canchas chinas el próximo año.

Ya dijimos que los pronósticos apuntan a que la victoria corresponda al conjunto norteamericano, que cuenta con un plantel altamente competitivo, incluyendo a varios jugadores que militan en la todopoderosa National Basketball Association, la NBA, de los Estados Unidos. Se ha informado que solo uno de ellos llegaría al Coliseo valdiviano, pero esto no debe prestarse a confusiones, porque puede ser interpretado como que la dirigencia canadiense estima innecesario un esfuerzo extremo para lograr el triunfo.

Para el equipo chileno, en cambio, es la ocasión para dejar de manifiesto que a pesar de las diferencias los partidos hay que jugarlos antes de celebrar un resultado, por previsible que resulte.

Más allá de las apreciaciones técnicas, lo que buscamos resaltar es el rol de Valdivia como anfitriona de cotejos de esta categoría, distinción que ha sido lograda porque hace 50 años se tuvo la lucidez para dotar a la ciudad de un escenario excelente, adelantado para su época, pero que a estas altura ya muestra signos de cansancio.

El Coliseo Municipal ha sido objeto de algunas modernizaciones a lo largo de estos años, pero los entendidos fundamentan que necesita una transformación más profunda para quedar a la altura de lo que actualmente se estila en materia de construcciones deportivas.

Lograr esta remodelación se ve difícil, porque ni se habla del tema, pero la necesidad está presente, y a la altura del escenario pendiente para el fútbol.

La celebración de fiestas patrias en Chile y en nuestra región, cuya identidad propia, rica y variada historia y sentimientos profundos, que la comunidad ha expresado en ocasiones simbólicas, nos da la posibilidad de sentir nuestro territorio como propio e insustituible. Ese es el sentir que nos acompaña cada vez que se toman decisiones importantes.

Es el sentimiento de arraigo y respeto el que genera unidad entre la diversidad. Es así como credos, ideologías políticas o cualquier otra circunstancia cotidiana que pueda generar división entre nosotros, se subsume a un cariño superior por nuestra tierra chilena.

En estos días en que el calendario nos regala extraordinariamente cinco días de festividad para disfrutar junto a familiares o amigos de la alegría de juntarnos o gozar de los paisajes que Dios tan generosamente nos ha prestado para cuidarlos, debemos tener siempre presente la obligación del autocuidado, ya que al contrario no solo ponemos en riesgo nuestra propia integridad, sino también la de quienes solo quieren disfrutar y tener unas merecidas fiestas patrias junto a nosotros o a los suyos.

Duele ver en las noticias, historias de familias que con alegría viajan a visitar a los abuelos, padres o hijos, pero que producto de diversos factores, a veces ajenos, como la influencia de alcohol, el exceso de velocidad o el cansancio, engrosan las cifras de fallecidos o heridos graves, terminado bruscamente con la alegría de celebrar.

Las celebraciones y el autocuidado no pueden concebirse por separado. Deben ser dos convicciones que tienen que asumirse en conjunto y permanentemente.

Celebrar a "concho" no significa desenfreno o abuso con nuestra propia capacidad corporal o de resistencia física frente a la exigencia. Celebrar a "concho"es sentir a Chile en lo más profundo de nuestro ser, alegrarnos de estar con los nuestros y practicar con prudencia lo que la cultura y tradición nos invitan.

Es necesario que en estas fiestas bebamos con responsabilidad, salgamos 5 minutos antes para no correr riesgo con los excesos de velocidad, y lo más importante, ser prudentes con el cuidado propio y el de nuestras familias. Recordemos que los niños o abuelos que viajan y celebran con nosotros, confían plenamente en nuestra prudencia y en nuestras manos.

Felices fiestas para todos, y esperemos no tener ninguna cifra que lamentar, sino solo buenos recuerdos que atesorar y repetir!!!.

Iván Flores García Diputado por Los Ríos

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