Las tareas que uno asume en la vida siempre van a acompañadas de algo dulce pero también de algo agraz, más cuando nos enfrentamos a encrucijadas tan complejas como querer dotar de mayor probidad, transparencia y de un ejercicio más sano el quehacer del Estado, sus organismos y el actuar de las personas en él.
Teniendo esto a la vista -lo bueno, lo malo, incluso lo feo, en mayo de 2018 acepté la presidencia de la Comisión de Ética de la Cámara, una misión no exenta de dificultades pues revisamos y, cuando corresponde y el reglamento lo permite, imponemos sanciones entre colegas. Y seamos francos, no siempre se puede dejar contentos a todos.
Desde entonces, hemos emitido 14 resoluciones como resultado de procesos y hay otro buen número en revisión. Nos hemos autoimpuesto transparentar las cosas y revertir el oscurantismo que había caracterizado a esta instancia de autorregulación parlamentaria.
Ética no es una comisión común y corriente, y por ello requiere de un trato único. No vemos proyectos de ley sino las relaciones humanas y laborales entre los parlamentarios en el marco de lo que es esperable de ellos de cara la comunidad. Estamos llamados a velar por el "deber ser", por la "actuación proba" de los diputados en el ejercicio de su cargo.
La línea es difusa, frágil a veces, pero tenemos claro lo que no es: no es un tribunal de Justicia, no reemplaza las instancias de fiscalización y control internas; no sustituye al Consejo para la Transparencia. No es una Inquisición que juzga todo evento. Evalúa al margen del lineamiento político que pueda tener cada uno y se rige por un reglamento que tiene deficiencias, pero que es mejorable, incluso reemplazable si el desafío futuro lo amerita.
Colegas han hablado de suprimir la comisión. No estoy cerrado a aquello siempre que sea reemplazada por algo que mejore y no empeore o deje sin una instancia de autocontrol interno al Congreso.
En lo personal me alegra la notoriedad de la comisión los últimos meses, hasta transformar su gestión en un tema de debate actual. Y es cierto que se han evidenciado sus debilidades, lo que a mi juicio es una oportunidad única para avanzar en más probidad y transparencia a nuestra labor si esta energía desencadena en una mejor institucionalidad.
Bernardo Berger Fett
Diputado