En su reciente visita a la región, el ministro de Obras Públicas Juan Andrés Fontaine anunció el estudio para construir un túnel entre Torobayo y Las Mulatas, para enfrentar los problemas de conectividad que tiene Valdivia con la zona costera. Se trata de una excelente noticia, más para una zona como la capital de Los Ríos, tan necesitada de soluciones en esta materia.
Desde esa perspectiva, es positivo que se manifieste una voluntad política firme. Sin embargo, es preciso decir que no se puede evitar que, junto a la alegría por un anuncio de esta envergadura, surja también un alto grado de excepticismo. Y eso se acentúa, lamentablemente, al recordar que la del túnel es una idea ya explorada y desechada en su momento.
Ella fue considerada en el trabajo desarrollado por la Consultora Cis (que contrató el Mop en 2016 por $251 millones, para evaluar una obra de conectividad en ese tramo) y no fue recomendada por los expertos. Esa entidad sugirió como mejor plan la construcción de un puente similar al Cruces. Ahora, en cambio, se la recupera como prioridad, señalando que un túnel no interfiere con la navegación fluvial y que será más amigable con el medioambiente.
También se asegura que construirlo no debiera ser difícil. Lo cual es cierto. En otros países hay varios ejemplos de obras exitosas de este tipo y en Santiago la nueva Línea 3 del Metro cruza el río Mapocho con un túnel a 33 metros de profundidad que funciona sin problemas.
En cuanto a los costos, ellos bordearían los 19 mil millones de pesos y los plazos, cumpliendo con todo el proceso, podrían extenderse por casi una década. Todos datos similares a los que demandaría un puente tradicional.
Es decir, hay razones para volver a la propuesta, se cuenta con tecnología y experiencias para servir de ejemplo.
Todo indica que se trataría de una alternativa viable. Pero sabemos que no basta con enumerar argumentos. Es preciso que, si se elige hacer esta mega obra innovadora, cada paso sea informado a la comunidad adecuadamente y que exista sobre ella una constante supervisión, que garantice no repetir historias tristes y muy conocidas, como la del Cau Cau.