Amelia Carvallo
Escrita y dirigida por el chileno Luis Alejandro Pérez, "Piola" es una película filmada íntegramente en una Quilicura donde el hip hop refuerza los ritos de pasaje de un grupo de adolescentes.
Con una banda sonora perfecta en su cometido de mostrar los nuevos sonidos del hip hop más emergente y la impecable fotografía de Simón Kaulen, nieto del recordado cineasta Patricio Kaulen, "Piola" se adjudicó en el Festival de Cine de Guadalajara seis premios que reconocieron aspectos relevantes como sonido, música, edición de diálogos, secuencia de créditos y diseño, además de la distribución, la promoción y la consultoría estratégica. Gracias a estos galardones, la película podrá estar lista en seis meses más y espera poder estrenarse en salas el primer semestre de 2020.
Cuenta el director desde México que no esperaban la buena recepción que han tenido. "Cuando terminamos nuestra proyección, se dio un aplauso cerrado. El jurado y el público querían saber todo acerca del proceso de creación. Cuando salimos de la sala, se nos acercaron agentes de venta, post productores, y hasta otros directores de la competencia nos felicitaban. Se formó un boca en boca muy rápido y todos estaban hablando de la película", relata.
A futuro, Luis Alejandro Pérez espera poder estrenar en Berlín o Sundance y realizar una segunda película pronto junto a la productora Otrofoco con un guión que ya tiene avanzado. Además, anhela retomar la dirección de videoclips, así como proyectos de series. "Espero poder dedicarme cien por ciento al cine", dice.
Quilicura
Nacido en Estación Central, pero criado en Quilicura, Luis Alejandro Pérez sigue viviendo en esa comuna ubicada al norponiente de la capital. "Es un espacio en constante transformación, multicultural, de clase media trabajadora, encerrado por las autopistas, un lugar industrial, rodeado de cerros y descampados".
- ¿Qué querías hacer al salir de cuarto medio?
-No tenía idea. Siempre evité esa pregunta. Y cuando salí tuve que enfrentarme a ella. No me gustaba nada. No quería ser nada. Era desordenado y medio rebelde. Me gustaba mucho el cine, y por ahí vi ciertas luces.
Tenía algunas historias, ciertas inquietudes. Ya contra la pared tenía que elegir y apuntar algún norte, y por ahí surgió la idea de estudiar cine en el ICEI de la Universidad de Chile, un lugar donde más que aprender una técnica fue un espacio donde discutir la imagen desde un pensamiento crítico con grandes maestros del cine chileno como Ignacio Agüero, Orlando Lübbert, Pepa San Martín, Alejandro Fernández, Alicia Scherson.
Para conformar el reparto hizo un casting por redes sociales que tuvo una gran convocatoria y se extendió por dos días. A quienes se presentaron les pidió rapear la canción que quisieran y eso permitió evaluar la conexión con el tema y cómo respondían a ciertos perfiles que buscaron.
- ¿Cómo empezó a tomar cuerpo el largometraje?
-Las imágenes las tenía en mi mente desde los tiempos del liceo.
Recuerdo con nostalgia esos días. Tenía la sensación muy clara de ver nuestros mundos cambiar. De dejar de ser niños. Y de alguna forma quería capturar ese momento. Cuando ya no eres estudiante, pero tampoco eres trabajador. Cuando estás en medio de la nada. Cuando no encajas ni en tu casa. Me interesaba esa búsqueda de nuestro espacio, esa no pertenencia.