Lecciones de aquel 22 de mayo
Quienes padecieron el gran terremoto y sus consecuencias dejaron enseñanzas que hay que tener muy en cuenta. Para una persona joven se hace muy difícil entender qué hicieron sus padres o abuelos.
Una catástrofe como la que padecieron principalmente los valdivianos el 22 de mayo de 1960 deja muchas lecciones, pero es muy probable que la mayor enseñanza tenga que ver con la capacidad de levantarse de entere los escombros para volver a dar la batalla por una vida mejor, tanto en el momento mismo del dolor como cuando llega la hora de pensar en el futuro.
Por lo mismo, resulta muy interesante, muy enriquecedor, conocer el relato de quienes se vieron en medio del cataclismo, en una época no muy lejana de acuerdo a lo que marcan los calendarios, pero dramáticamente diferente por el descomunal desarrollo que ha tenido la tecnología en estos casi 60 años. Para una persona joven se hace muy difícil entender qué hicieron sus padres o abuelos en medio de la tragedia cuando las herramientas, para cualquier tipo de fines, eran tan distintas a las disponibles en estos días. Y nos referimos exclusivamente a las telecomunicaciones, que por modernas que parezcan, muchas veces son las primeras en quedar fuera de combate frente a un desafío de ese tipo.
Los valdivianos y los habitantes de toda la zona afectada por el gran terremoto y sus consecuencias igualmente atroces, como el tsunami o el proceso del Riñihuazo, fueron capaces de pararse, llorar a sus muertos, soportar la rudeza climática bajo todo tipo de construcción, por precaria que resultase y, lenta, pero inexorablemente, comenzar a retomar la normalidad.
La lección que dejó el trágico domingo tiene que ver, por lo tanto, con el temple de quienes lo padecieron. Ellos demostraron que cuando el amor al terruño es potente, se hace más dar la pelea por la reconstrucción y por la recuperación de la confianza en el porvenir.
Al recordar el 22 de mayo de 1960, al volver a mirar las imágenes de la ciudad en el suelo o bajo las aguas, hay que retomar ese espíritu indomable, porque la batalla por días más venturosos se da a cada instante, como única forma de estar preparados para salir adelante si la historia se repite.