De seguro el concepto de "placentazo" no se conocía hasta la irrupción de Alberto Collados. Refiere al acto de golpear a una persona u objeto de manera violenta con placenta, tal y como ocurre en uno de los pasajes del cuento "Ostras con mostaza" con el que el autor está de vuelta en el ruedo editorial. Por hilarante que parezca, tener a este órgano que se desarrolla en el útero durante el embarazo como protagonista de un relato, es posible. Al menos en el universo del autor, aplaudido arquitecto y acuarelista amante del rupturismo en el arte. También es constructor de historias llenas de humor negro, que ahora se pueden leer en "Surtido para caldillo" (Archipiélago), volumen que abre con aquel relato sobre lo que ocurre con las placentas luego del parto y que además considera "Las olas en diagonal", "El cajón está más podrido que el muerto" y "La guitarra desafinada". En ellos se encuentran desde la reconstrucción de conversaciones con Nicanor Parra, hasta un tour de sordomudos.
Es una variedad de temas cocinados con distintas intensidades en 113 páginas. Todos mezclados por la inventiva de un ilustre creador de lo que a primera vista podría parecer absurdo. Lo cierto es que ese elemento permite darle identidad a una publicación que en su forma destaca por lo rústico y sencillo. Y que en su fondo deja entrever la nostalgia por los tiempos pasados y la certidumbre de un futuro en el que el único habitar será bajo seis metros bajo tierra. Tal vez por eso Collados marca a fuego sus obras con frases como por ejemplo "las primeras horas de la noche son siempre largas para un viejo solo".
Los cuatro cuentos son con una ilustración introductoria hecha por el escritor y un prólogo de Pedro Gandolfo, cuyas palabras sirven de guía para sumergirse, sin ahogarse, en la cabeza de Collados que atropella sus palabras con apenas un par de comas y sin puntos aparte, como si dejar sin aliento al lector fuera su propósito más evidente.
Daniel
Navarrete