Encontrarnos en el río
Vamos en la tarde, la noche, por discretos pasajes y restos de muelles, para llegar a sus orillas y quedarnos con la vista de las riberas indefinidas: el horizonte del Río amalgamado al cielo en la niebla. Muchos otros han llegado antes y han quedado prendados por aquel singular magnetismo, como el abogado, filósofo y poeta Luis Oyarzún, que en enero de 1972 anotaba: "para los ojos fatigados no hay mágico más prodigioso. Ni siquiera el fuego. Para la joven pupila del alba, el despertar del agua con sus aves. Para la exaltación, el viento que juega. Nada más suave que el deslizamiento del velero en el día tranquilo" (Diario íntimo, pág. 589).
"El Río con su clima lluvioso alternado de soles, es como el alma de la ciudad y se lleva en sus aguas prendida la de los valdivianos", escribía el historiador local Gabriel Guarda en 1965 (Un Río y una Ciudad de Plata, págs. 51-52). Qué duda cabe, este ondulante curso acoge nuestros sentimientos, reblandece nuestras conversaciones, nuestros abrazos, nuestros afectos, como escribiera Oyarzún en noviembre de 1972: "un gran río favorece los encuentros, las despedidas. Las nostalgias" (Diario íntimo, pág. 582).
Encontrarnos ahora en el Río es abrir una brecha al frío de la niebla, pintar en aquel brumoso lienzo el extraño vértigo que satura nuestra respiración. Nosotros somos allí como una criatura que se desangra y se sincera en su sueño, una aguda divinidad cuya fuerza brilla y se mece en su debilidad, su letargo.
Juan Navarrete Espinoza Licenciado en Historia UACh juanepdlc@live.cl
Admisión y Educación Superior
La ley 21.091 sobre Educación Superior (E.S.), parte declarando "La educación superior es un derecho, cuya provisión debe estar al alcance de todas las personas…" A este inédito reconocimiento le preceden una decena de acuerdos internacionales en materia de derechos humanos, que en los años '40 instalan la idea de Acceso Equitativo, de los '60 a los '90 problematizan sobre la discriminación que impide la igualdad en el Acceso, y para el 2008 terminan de reconocer la E.S. como un derecho humano universal, bien público y deber del estado.
Hacerle justicia plantea un desafío histórico que hace ineludible desafiar la lógica que subyace al sistema de admisión. Y aunque la discusión pareciera agotada (más aun sobre la PSU), en ella persiste una notable omisión: más allá de sus instrumentos, lo que aun no se cuestiona son sus objetivos.
Y es que el Sistema Único de Admisión (SUA), es esencialmente un sistema predictivo, que busca "ordenar" a las personas según sus puntajes.
De esta forma, Ranking, NEM y PSU se han confrontado en veredas opuestas de una misma avenida, cuyo destino promover a quienes obtienen mayores puntajes como deseables, y quienes obtienen menores puntajes como riesgosos. Por medio de la predicción, se estima el "riesgo" de admitir a un estudiante por sobre otro, a lo que subyace una orientación estratégica: a quién convendría más admitir.
Visto en perspectiva, la urgencia más inmediata consiste en cuestionar los sentidos históricos que fueron relevantes para una universidad para las élites, pero que no logran responder a las demandas sociales. Esto nos obliga a repensar primero los objetivos y abandonar la predicción estratégica, aceptando que toda institución educativa se debe a la educación, y este, en cuanto derecho, le pertenece a las personas.
También amerita revisar nuestra jerga educacional, anticipando que "seleccionar" o "admitir" contraviene el sentido de la educación como un derecho. Pero falta aun un término que describa aquello que media entre aspirar y acceder efectivamente. Quizás, se trata solamente de transitar hacia la educación superior por una avenida que el estado pavimenta libre de rankings y pruebas estandarizadas.
Rafael Miranda Coordinador Pace UTEM.
Desertificación
Cada 17 de junio se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Esta efemérides ambiental fue establecida hace 25 años por Naciones Unidas para recordar la aprobación de la Convención para Combatir la Desertificación, el único acuerdo internacional jurídicamente obligatorio que vincula el desarrollo económico con la gestión ambientalmente sostenible de la Tierra.
Contrariamente a lo que podríamos pensar, cuando se habla de desertificación no se trata de la expansión de los desiertos, sino de la degradación de la tierra.
Según Naciones Unidas, el 33% de los suelos del planeta están siendo degradados por la erosión, la contaminación, la acidificación y el agotamiento de los nutrientes, lo que hace que el mundo cada año pierda 24.000 millones de toneladas de suelo fértil, algo así como 30 canchas de fútbol por minuto. A ese ritmo, para el 2025, dos tercios del mundo vivirán en condiciones de "estrés hídrico".
En Chile, la mitad de los suelos ya se encuentra en algún nivel de degradación. La mitad del país está erosionado y el desierto avanza hacia el sur a un ritmo aproximado de tres kilómetros por año. Es hora de preocuparse del tema.
Giovanni Calderón Bassi Agencia Sust. y Cambio Climático