Heródoto (siglo IV a.C.) ya hacía referencia a la "tierra negra" de Ucrania, terreno muy fértil que abarca casi dos tercios del territorio ucraniano. Junto a ella, un clima particular casi templado, permite dos cosechas al año.
Desde hace siglos, esta riqueza despertó una fuerte ambición que se tradujo en disputas coloniales que intentaron asfixiar el espíritu nacional de Ucrania. Rusos, polacos y el Imperio Austrohúngaro, principalmente, buscaron subyugarla y convertirla en su granero. Para ello, fue necesario relegar el idioma local, patrimonio mayoritario de campesinos, así como las tradiciones y manifestaciones culturales. Este proceso llegó a la cúspide de su brutalidad con la Unión Soviética. Lenin y Stalin, amparados bajo el manto redentor del comunismo, traspasaron cualquier límite de humanidad, llevando a la muerte por inanición a unos 5 millones de personas, alrededor de cuatro millones de ellas, ucranianas.
El llamado Holodomor ("matar de hambre" en ucraniano), ocurrido principalmente entre 1931 y 1934, es el centro de "Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania" (Debate, 2019), de la periodista, académica e investigadora especializada en Europa Oriental, Anne Applebaum, premio Pulitzer 2004 de no ficción por "Gulag".
En 1919 la orden de Lenin fue "enviar cereal, cereal y más cereal" desde Ucrania: el destino de la Revolución Rusa dependía del pan. El grano era confiscado por la fuerza en zonas rurales y redistribuido entre soldados, obreros industriales, miembros del partido y otros individuos "esenciales" para el Estado. El destino para los campesinos, en tanto, era el hambre.
Stalin llevó esto al extremo, y aun al tanto de la crisis humanitaria, reforzó la colectivización agrícola y agudizó la represión contra los intelectuales ucranianos, condenándolos a campos de trabajo forzado o ejecutándolos.
Ucrania se independizó en 1991, tras la caída de la U.R.S.S., lo que permitió que esta historia comenzara a ser contada, una historia que no debe olvidarse y que incluso inspiró el concepto de genocidio.
Daniel
Carrillo