Una verdadera lástima es que el Colegio de Profesores y el Ministerio de Educación no lleguen a acuerdos para resolver el paro docente, que se prolonga ya por cuatro semanas y que afecta especialmente a los estudiantes que asisten a los establecimientos municipalizados en las distintas regiones del país.
En Los Ríos, según los últimos datos publicados, son más de 6 mil 500 los niños, niñas y jóvenes que han perdido un mes de clases, en un período crucial del año escolar, previo a las vacaciones de invierno.
Sin duda que la situación es compleja para esos estudiantes, que han visto vulnerado su derecho a recibir educación, mientras no se arriba a soluciones.
Nadie discute que quienes se sienten menoscabados en su situación laboral o profesional tienen derecho legítimo a manifestar público descontento y a buscar soluciones para ello; sin embargo, la vía utilizada afecta a un sector vulnerable de la población y ahonda brechas sociales, pues mientras en los colegios públicos se pierden horas valiosas de formación escolar; en los particulares y la mayoría de los subvencionados eso no sucede. O pasa por período muy cortos, con las correspondientes recuperaciones posteriores.
Si la situación actual se prolonga, lamentablemente, podría afectar a los alumnos de liceos que están cercanos a rendir la PSU; o a quienes deben salir a realizar prácticas técnico-profesionales y a los que egresan de octavo año tras completar su educación básica. Peor aún, a quienes reciben beneficios como alimentación en sus escuelas.
Esas realidades son muy serias. Y es responsabilidad tanto del ministerio del ramo como del magisterio hacerse cargo de lo que implican. Frente a ellas es que deben lograrse los acuerdos, dentro de los márgenes que permite la legislación vigente.
Es de esperar que las conversaciones continúen, pero que también se aceleren; que no se entrampen en la forma del discurso de unos y otros; sino que pongan foco en la calidad de la enseñanza y también en los derechos de los estudiantes, quienes pagan las consecuencias de un conflicto que no generaron y que los adultos a cargo no logran terminar.