Una pesadilla de misoginia, de un día para otro -o quizás largamente fraguada con la complicidad del silencio- se convierte en realidad: el Movimiento Puro, conservador y fuertemente religioso, llega al poder en Estados Unidos y establece un límite diario de palabras para las mujeres.
Esta es la base de "Voz" (Roca Editorial, 2019), de la escritora estadounidense Christina Dalcher, una distopía feminista que sigue la ruta abierta por Margaret Atwood en los años 80, con su novela de ciencia ficción "El cuento de la criada". En su argumento, Dalcher combina el resabio de la antiquísima prohibición de que las mujeres no pueden hablar en la iglesia, atribuida a San Pablo, con tecnología del futuro, específicamente un brazalete contador de palabras que dispara una fuerte descarga eléctrica, en el caso de que su portadora supere las 100 palabras diarias.
Las consecuencias de esta limitación son obvias, teniendo en cuenta que en promedio una persona utiliza unas 16 mil palabras diarias: la voz femenina se apaga en las discusiones públicas y en la intimidad, mientras ellas desaparecen del mundo laboral y se restan de los espacios de esparcimiento y cultura.
Sin opinión e incluso privadas de las más mínimas posibilidades comunicativas -por ejemplo, los "diálogos" se van limitando a preguntas cerradas- el mundo femenino se vuelve sumiso, enfocado en el cuidado de hijos y maridos.
Sin embargo, la neurolingüista Jean McClellan terminará por levantarse ante la prohibición y, principalmente, frente al avasallador adoctrinamiento y radicalización que el Gobierno empuja, el cual llega a permear hasta la conciencia de su propia hija, Sonia, quien se siente orgullosa de haber ganado el concurso de menos palabras diarias en su escuela. Más extremo, su hijo Steven, en tanto, termina convencido de la supremacía masculina y asume los principios del Movimiento Puro.
De pronto, la doctora McClellan se ve liberada del silencio forzado, porque es la única que puede salvar al hermano del Presidente, que sufre una repentina afasia, una misión que abre nuevos cuestionamientos y que ella obviamente preferiría evitar.
Daniel
Carrillo