Treinta y seis personas murieron durante las Fiestas Patrias de 2018 en accidentes de tránsito. Veinticuatro de ellas eran peatones. En la mayoría de los casos uno de los factores involucrados fue la ingesta de alcohol.
Esas estadísticas entregadas por Conaset (Comisión Nacional de Seguridad en el Tránsito) corresponden a un período de festejos de seis días consecutivos, similar al que se avecina para este año, que será de cinco (del miércoles 18 al domingo 22 de septiembre) lo cual implica que las probabilidades de que las cifras se repitan es alto. No hay pesimismo en decirlo. En 2012, con la misma cantidad de fiestas, hubo 33 víctimas fatales. En 2017, con solamente tres días, el reporte marcó 22. En Los Ríos hubo 27 accidentes en septiembre de 2017 y 40 en 2018, con dos personas fallecidas.
La reflexión parece clara: a más días de descanso y de celebraciones; más accidentes. Esto, porque también sube el consumo de bebidas alcohólicas y se multiplica la cantidad de gente que maneja sus vehículos después de haberlas tomado.
Lamentablemente, esto no sucede solo en días festivos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Chile es el país con mayor consumo de alcohol de Latinoamérica, con 9,6 litros anuales per cápita. Además, cada año se registra cerca de 7 mil accidentes viales vinculados a la bebida. En uno de cada diez de ellos hay víctimas fatales.
Todo esto, aunque se sabe que basta una copa de vino para quedar en estado de ebriedad y pasar el límite legalmente permitido de alcohol en la sangre para un conductor.
¿Qué hacer ante un panorama como el descrito? Claramente, esperar a que las malas noticias sucedan no es una buena opción. Menos si se sabe la fecha exacta en que los excesos ocurrirán y los peligros se multiplicarán.
En este contexto solamente cabe aumentar los mensajes de prevención, pedir a las autoridades más controles en las rutas, a la comunidad que ejerza control social (no dejar que un amigo o familiar conduzca si ha bebido) y crear conciencia de que se trata de situaciones evitables, si se actúa con responsabilidad.
Reflexionar al respecto es la única manera de que las fiestas no se transformen en tragedias.