Hace algunos días discutíamos en el Congreso si era pertinente realizar en el país la vigésimo quinta Conferencia de las Partes de Naciones Unidas para el Cambio Climático -mejor conocida como la COP25. Esta es considerada la cumbre sobre cambio climático más importante del mundo para impulsar políticas públicas de cuidado y protección ambiental y se celebrará en Chile entre el 2 y el 13 de diciembre próximo, en Santiago.
En lo personal entregué mi respaldo a la próxima cita. Al final de la sesión, la Cámara Baja aprobó la propuesta por 139 votos a favor y la remitió al Senado, ratificando de paso el acuerdo entre Chile y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMUNUCC) que incluye, entre otras cosas, las formalidades, requisitos y compromisos para ser anfitrión de la COP25.
Somos una de las naciones más vulnerables ante el cambio climático. Según el Índice Global de Riesgo Climático 2017 elaborado por la Organización de Medio Ambiente y Desarrollo (Germanwatch, Alemania), estamos en el décimo lugar del ranking de los más afectados en el planeta.
Es un golpe fuerte, más si pensamos que hasta unos años atrás problemáticas como éstas parecían lejanas, improbables, ajenas a Chile. Sin embargo, hoy causan estragos perceptibles en todo el territorio como una sequía nunca antes vista en el centro-sur, o el derretimiento de glaciares en el sur austral. Y mientras, se nos va acabando el tiempo para actuar y evitar que esta realidad se transforme en una tragedia mayor.
Todo este panorama desalentador, contrastado con la posibilidad única de ser sede de la cumbre multinacional más importante del orbe, deja una sola conclusión, simple, concreta, pero categórica: no podemos dejar pasar la oportunidad, pues Chile no está para lujos en materia ambiental.
Los debates que generan encuentros de este tipo, así como por la oportunidad de colocar las problemáticas locales sobre la mesa -el efecto en glaciares y océanos, la escasez hídrica o la conservación del bosque nativo- son trascendentales y justifican con creces el esfuerzo-país para que esta cumbre sea, primero, en nuestro territorio; segundo, que sea exitosa; y tercero, que culmine con medidas concretas para lograr una lucha más sistémica, colaborativa e integradora en esta cruzada ambiental, partiendo por casa.
Bernardo Berger Fett
Diputado