Los Ríos y el país completan 21 días en medio de un clima social inestable. Las manifestaciones por las diversas demandas de la comunidad y la realización de cabildos y conversatorios ciudadanos para dialogar se han visto tristemente empañadas por hechos de violencia de distintas fuentes.
Las cifras oficiales, entregadas por el Instituto de Derechos Humanos, Carabineros e Intendencia sobre la situación vivida en Valdivia en estos últimos días inquietan: 27 jóvenes heridos, 29 menores de edad detenidos, 21 policías lesionados, 18 locales comerciales saqueados, tres edificios públicos atacados, 19 querellas por violaciones a los derechos humanos, 14 querellas por desórdenes y daño a los bienes comunitarios; 126 pequeñas empresas afectadas.
Los números van en aumento. La pregunta es ¿no es momento ya de poner fin a este clima de agresiones y comenzar a trabajar todos y todas juntos por la armonía y el desarrollo de esta región, pero con mayor urgencia de corto plazo?
Esto, porque hoy vemos con tristeza como tambalea el cierre de los semestres académicos; la paralización de actividades está generando pérdidas de empleo; la sensación de inseguridad inmoviliza la realización de eventos y hasta la reunión de las personas; los comerciantes han debido poner letreros en sus vitrinas pidiendo que no dañen sus locales. Además, la actividad turística de verano (esa que de verdad mueve la microeconomía valdiviana) se podría ver reducida si no se logra garantizar seguridad a los visitantes y no se repara el espacio público afectado.
Es cierto que los cambios pedidos por la ciudadanía son estructurales y de más largo aliento. Las reformas políticas en marcha (que debieran tener apoyo transversal mayoritariamente) pueden generar esas soluciones futuras; pero la situación inmediata exige volver a la calma, para construir el sustento diario.
No se trata de acallar descontento, ni de ser alarmistas, menos de frenar la acción de la justicia ante situaciones de abuso. Nada de eso. Simplemente recordar que el derecho a expresar opiniones y disidencia debe ser ejercido respetuosamente en paz y garantizado también de ese modo. De lo contrario, no logra oírse y se ve superado por la intolerancia, impidiendo avanzar, ahondando desigualdades.