Se ha planteado que en el feminismo, como acción política, lo personal es un lugar especialmente potente. "La mujer eunuco" (Debolsillo, 2019), de Germaine Greer, publicado en 1972, es un ejemplo de aquello, al definir la política femenina de su época a través de una de las herramientas más potentes que tiene la literatura: el punto de vista; en este caso enfocado en su propia experiencia de ser mujer en el mundo.
El proceso narrado se resume en que la autora nace como feminista en el momento en que se da cuenta de que se encuentra atrapada, es decir, surge a partir de su propio sentido de frustración y encierro. Esta constatación, sumada a una mixtura de erudición, feminismo militante, corriente de la consciencia, goterones de estadísticas y citas de literatura clásica, además de un lengua afilado y citas a pie de página, hicieron de La mujer eunuco una obra única. Así, el libro agotó su segunda tirada en apenas seis meses y produjo un remezón que se expandió por el mundo, traducido a ocho idiomas.
En estas páginas, Greer no aboga por la igualdad con los hombres, sino por la libertad para todos. Esta idea motivó varias críticas, incluso algunas tildando la obra de misógina, y su autora fue vista como una niña privilegiada que admiraba a los hombres más que a las mujeres, tal vez por la marca de la relación con sus propios padres: un papá ausente y una madre abusiva, quienes aparecen en frecuentes referencias en el libro.
No obstante, la dureza del lenguaje no deja lugar a dudas de la evidencia que esta "mujer castrada" quiere presentar: cómo se relacionan los sexos en el sistema social occidental y la firme resistencia a que este esquema pueda ser modificado.
Tan polémico como influyente, a casi cincuenta años de su lanzamiento, lectores y lectoras actuales tendrán su propio juicio, pero es innegable que sigue siendo un hito en la historia del movimiento feminista, una de las publicaciones más importantes de la llamada "segunda ola", una revisión abrasadora de la opresión de la mujer, al mismo tiempo que un decidido manifiesto social.
Daniel
Carrillo