Gran impacto han causado las imágenes que dejó el incendio ocurrido en la Catedral de Valdivia. Las fotografías de una columna de humo elevándose desde la techumbre del principal templo católico de la región han sido repetidas en las redes sociales y generado desde comentarios con dolor, hasta otros con temor de que se tratara de un atentado.
Es última opción fue descartada desde el mismo Obispado, entidad que aún no ha cuantificado los daños, pero que sí ha garantizado que no hay pérdidas severas en el patrimonio histórico del templo, como el que se resguarda en el Museo, donde se conservan piezas coloniales.
También la entidad eclesial ha agradecido la respuesta de los fieles que concurrieron hasta el recinto para ayudar a limpiar. Muchas personas de la comunidad acudieron y, al verlos, es imposible no recordar que la construcción de ese edificio fue también así, con apoyos ciudadanos, y no solamente católicos, sino ecuménicos.
Desde 1988 y durante 10 años cientos de personas e instituciones colaboraron para levantar la actual Catedral, la número 15 en la centenaria historia de Valdivia. La anterior había sido destruida en el terremoto de 1960 y un importante grupo de destacados ciudadanos (liderados entre otros por Raúl Basso, también presidente del Comité Nueva Región y por el padre Gabriel Guarda) se coordinó para reponerla, como una señal de recuperación patrimonial, más allá de las religiones. La primera piedra de la construcción fue traída a Valdivia desde las catacumbas cristianas del Vaticano y, durante la visita papal a Chile en abril de 1987, fue bendecida por Juan Pablo II. La construcción comenzó en 1988 y su inauguración fue el 9 de octubre de 1998, en una ceremonia con asistencia del Presidente de la República, Eduardo Frei Ruiz- Tagle.
Cada viga, cada escaño, todas las imágenes, están ahí por una razón especial y gracias a gestiones de los valdivianos comprometidos con esa obra, más allá de las creencias y prioridades individuales. Por lo mismo duele este incendio y, luego, vale insistir en la necesidad de incluir los relatos de la historia local en la formación de las nuevas generaciones, para conocer el origen de aquello que hoy parece cotidiano.