Recordar, vivir, soñar, llorar, sentir, volver a amar, confiar. Grandes definiciones se guardan detrás de estas simples palabras cuando las oímos de nuestros adultos mayores, muchos de ellos inmersos en la soledad de los hogares que nos toca visitar.

Juan Pablo II se refirió a la familia como la estructura ecológica humana y muchos autores hablan de la familia como el aporte afectivo de un individuo y sobre todo al aporte material para el desarrollo y bienestar de sus miembros. Entonces, ¿qué hacemos como institución académica por el bienestar de nuestros adultos mayores?

En nuestra escuela organizacional de líderes, adultos mayores son capaces de llevar adelante interesantes trabajos en equipo, dar cuenta de su interés por conocer y manejar las nuevas tecnologías, mostrar sus capacidades cognitivas, intercambiar experiencias con nuestros alumnos. Al preguntarles por la familia, sólo el silencio se refleja en sus miradas. Y es aquí donde como institución y escuela queremos preocupamos por rescatar esos lazos afectivos, sabiendo que el camino de la vida probablemente nos llevará a la misma situación de adultez.

Nuestros adultos mayores hoy nos exigen ser valorados, ser integrados. Es aquí que como carrera del área social nos hacemos cargo y buscamos involucrarnos en su quehacer diario aportando con nuestros alumnos momentos de recreación, acompañamiento y capacitación, para fortalecer sus áreas de conocimiento en ser ellos los líderes de sus familias y de sus vidas.