De niño, Ed Kemper jugaba con sus hermanas a la "silla eléctrica". Mató a la gata de la familia y la decapitó para poner su cabeza sobre una estaca. Siendo adolescente asesino a sus abuelos y mató a su madre, a quien también le arrancó la cabeza. De adulto, se volvió asesino de universitarias.
El de Kemper es una caso real de la década de 1970. Está extensamente documentado y es uno de los que cruza las páginas de "Mindhunter. Cazador de mentes" (Crítica), de John Douglas y Mark Olshaker. El libro, en el que se basa la exitosa serie de Netflix, son las memorias de Douglas, un agente del FBI que acuñó el concepto de asesino en serie y que en su momento propuso entrevistar a homicidas y violadores encarcelados en Estados Unidos para entender sus motivaciones y de esta forma elaborar perfiles que le permitiera atrapar a quienes estaban en libertad cometiendo delitos casi imposibles de resolver.
Fue una idea revolucionaria para su época, que a Douglas le costó su propia estabilidad emocional. Estuvo frente a frente con Kemper, David Berkowitz (el "Hijo de Sam", asesinó a seis personas con un arma calibre 44), Charles Manson (instigador del homicidio de la actriz Sharon Tate), Ted Bundy (autor confeso de al menos 30 asesinatos) y John Wayne Gacy (alias "El payaso asesino", asesinó a 33 jóvenes).
¿Cómo nos anticipamos a los locos si no sabemos cómo piensan? En su libro, el investigador busca una respuesta a esta interrogante, relata su propio descenso al infierno y la forma en que tuvo que lidiar con los escabrosos detalles de los actos cometidos por sus entrevistados. No obstante, sacó valiosas lecciones sobre el comportamiento criminal y se volvió un consultor de primera línea para la policía de Estados Unidos. Uno de sus aportes más emblemáticos fue haber anticipado las acciones de Wayne Williams un asesino de niños en Atlanta entre 1979 y 1981, logrando que fuera capturado.
Daniel
Navarrete