Adaptar ideologías surgidas en momentos específicos de la historia universal no es algo nuevo. ¿Pero qué ocurre cuando se trata de un pensamiento que apunta a la pureza de la raza y que por lo general está vinculado al exterminio de millones?
Entre 1923 y 1925, estando en prisión, Adolf Hitler escribió "Mi lucha" donde habla (entre otras cosas) que las grandes obras y culturas de la humanidad eran consecuencia de la acción de los "arios" y que "su antípoda es el judío".
No es necesario recordar que pensamientos de ese tipo llevaron a la masacre de millones de personas, ni mucho menos que nunca tuvieron un sustento científico considerando entre otras cosas que el continente africano aparecieron los primeros seres humanos; y que signos distintivos de la "raza pura" como los ojos azules son un error genético (según un estudio de la Universidad de Copenhagen en 2008).
Sin embargo, por absurdo que parezca, las máximas de Hitler y el nazismo calaron hondo en distintos rincones del planeta. Chile incluido.
El último tiempo el periodista Carlos Basso se ha dedicado a investigar este fenómeno a través de varios libros. El más reciente es "Chile Nazi. Un siglo de violencia y xenofobia" (Aguilar), que aborda hechos como por ejemplo la existencia de líderes nacionales, la circulación de publicaciones como "Raza chilena" (1904), del médico Nicolás Palacios que postula a la chilena como una especia de "súper raza" al ser mezcla de mapuches y españoles; y diversos asesinatos cometidos en nombre de un mundo mejor. Así, por ejemplo, Basso habla del perfil racista y xenófobo de quienes asesinaron a Daniel Zamudio y de como mientras era golpeado en el suelo le gritaban "¡Lacra, maricón, antipatria"!
De esta forma, el investigador deja constancia que por impensado que siga pareciendo, en los tiempos que corren las ideas de Hitler siguen teniendo arraigo en los lugares menos pensados.
Daniel
Navarrete