Hay conciencia en que la emergencia de la pandemia en sí no es todo. Si le damos crédito a los avances de la ciencia vinculada con la medicina, podemos pensar que la humanidad va a salir adelante, tarde o temprano, tal como ha ocurrido con situaciones similares, incluso en tiempos tan lejanos como el brote de peste bubónica, también conocida como peste negra, que diezmó un tercio de la población del área que afectó en Europa durante el siglo XIV.
Hasta cuesta imaginar los detalles de ese fenómeno, con comunidades entregadas a su suerte en medio de la ignorancia y la tímida respuesta una ciencia oprimida por mandatos fanáticos e intransigentes.
Hoy la situación es diferente en el enfoque social y el mundo, aunque ahora respetuoso y esperanzado en el trabajo de la ciencia y la tecnología, se ve tan casi tan indefenso como ocurrió hace 700 años.
Sin embargo, la duros días del presente alcanzan a gama mucho más amplia del quehacer humano. Por ejemplo, está la incertidumbre en torno a la actividad deportiva, tema que se ve lejos de las prioridades del momento, pero que igual afecta a una comunidad que ha debido aprender a olvidarse de lo recreativos, por lo menos, a dejarlo en conserva.
En Valdivia, no obstante, hay instituciones que no solo lo están pasando mal, sino que enfrentan un futuro más que complicado.
El fútbol profesional, con el Torreón incluido, por supuesto, está ante la crisis más grande de su historia, porque cuando todavía no superaba los coletazos del estallido social se encuentra con una nueva paralización forzada que le resta fuentes de financiamiento fundamentales y que ha llevado a varios dueños de clubes en pensar en el cambio de giro.
Por otro lado, el básquetbol, deporte de bandera de los valdivianos, choca también de frente con una situación inesperada, traducida en la suspensión de actividades en la etapa final de la Liga Nacional.
Nadie puede prever cuánto durará la situación en desarrollo ni qué pasará con estas actividades.
Lo único cierto es la incertidumbre.