De tramite breve. Así son las obras del fallecido Pedro Guillermo Jara quien dejó un extenso catálogo de publicaciones que dan cuenta de su maestría para decir mucho, en espacios reducidos.
Su trayectoria estuvo marcada por los formatos poco convecionales (escribió en un afiche, en postales y hasta en una "kasaka") y por explorar los límites de su propia creatividad. En esa línea es que se inscribe "La bala que acaricia el corazón" (Ediciones Kultrún, Colección Ínsula Barataria) que en 2020 cumple diez años.
En su momento se publicó con aportes del fondo Conarte de la Corporación Cultural Municipal de Valdivia. Es una nanonovela con un par de historias entretejidas que terminan a mismo tiempo y que ocurren de manera comprimida.
En 20 páginas están contenidos 18 capítulos, algunos de los cuales son solo diálogos que salen de la nada para ilustrar el contexto de marginalidad, droga y crimen de un relato que huele a tragedia en el norte con quitada de drogas incluida y el botín oculto bajo las tablas del suelo.
Aunque en el fondo, el autor no descubre la rueda con su propuesta, en la forma logra eclipsar a cualquiera que tenga dudas de si realmente vale la pena o no leer su novela corta (¿o es un cuento largo?) en la que crea un puzzle. Los personajes están definidos por acciones mínimas, al igual que el entorno. No hay tiempo, ni lugar para las grandilocuencias narrativas. A cambio, lo que hace Jara es crear un rompecabezas donde la información que no está explícita, debe ser armada por el lector. De ahí entonces que lo vuelve cómplice de lo que ocurre en la ficción.
Por su particular estilo es que el autor logró un espacio privilegiado entre sus pares, volviéndose incluso objeto de estudio académico. Y a un año de su muerte, sigue siendo necesario volver una otra vez a sus obras para honrar su memoria creativa.
Daniel
Navarrete