Juan Carlos Hernández G.
Paulo Henríquez Salazar aprendió a convivir con el éxito efímero que entrega un deporte como el básquetbol. Fue campeón de Dimayor, vicecampeón sudamericano y símbolo del Deportivo Valdivia. Pero, desde la tarde del 14 de diciembre de 2008 tuvo que luchar por su vida, cuando un desgraciado accidente veraniego en la playa de La Misión lo dejó en silla de ruedas, para siempre. Fracturas en dos vértebras y un grave daño cervical lo tuvieron durante un mes en estado de coma. Despertó, volvió a hablar, regresó a la vida. Comenzó un largo, doloroso y desconocido proceso de rehabilitación. Muchas veces entre las oscuras sombras del anonimato.
El paso del tiempo le enseñó que los amigos de los buenos momentos desaparecen de a poco y al final, se mantienen solamente los de verdad y la familia. Quiso estudiar, pero fue discriminado y le cerraron puertas. Hasta que una se abrió. En 2012 ingresó a Psicología en la Universidad Santo Tomás. El camino fue duro, pero llegó a la meta. Desde el miércoles 29 de abril, Valdivia tiene un nuevo profesional. Es el psicólogo Paulo Henríquez Salazar.
Cuando conversamos la última vez, en diciembre de 2018, a diez años de su accidente, contó que había terminado su tesis y que solo le faltaban un taller, una intervención, la práctica en el segundo semestre de 2019 y el examen de grado en los primeros meses de 2020. En aquella ocasión, los grados de calor del verano entregaban otro ambiente. Ahora, 1 de mayo, la realidad y la interacción tienen sus cambios por los tiempos de crisis sanitaria. Se mantienen los recuerdos, los perros regalones en el patio, el infaltable celular a mano y la TV que lo entretiene en las horas de descanso. Al frente, con voz serena, ahora está el nuevo profesional.
El momento
El miércoles a 29 de abril, a las 10 de la mañana y vía remota, llegó su momento. Poco más de una hora después, había cruzado la meta. La tesis de "Los significados que dan los adolescentes a la violencia hacia las personas LGTBI en el contexto escolar" fue trabajada junto a sus compañeros Jorge Fica y Lucía Ramírez entre marzo y junio de 2018. "Ellos tuvieron siempre la disponibilidad de facilitarme todo, se adaptaron a mis horarios, a mis posibilidades y aunque se titularon antes, estuvieron conmigo el día del examen", señala.
Aunque tuvo fecha inicial para rendir en febrero, "encontraba que aún no estaba preparado", asegura, así que aprovechó el verano para llenarse de energía. Viajó por una semana a Chiloé, asistió a un campeonato en su honor en Carahue ("hay que ser agradecido"), tuvo vacaciones con su familia y fue al básquetbol. Partidos del CDV con Puerto Montt y Las Ánimas con Ancud fueron los últimos que vio en el Coliseo, antes de la suspensión de la Liga Nacional.
¿Qué siente al terminar esta nueva etapa en su vida? Hace una pausa y cuenta: "Contento, muy contento. Cursé como 50 ramos, el más complicado fue Neuropsicología I, de los pocos que me eché. Fue un hermoso camino donde conocí personas increíbles, compañeros y amigos. Tuve ayuda de profesores y de la universidad, que siempre hicieron cosas para facilitarme la vida e incluirme… Lo importante es que siempre hubo un respeto hacia mi persona y siento que abrí un camino para las personas con alguna discapacidad. Ahora hay 10 o 20 más estudiando una carrera".
El apoyo
En el camino recorrido, hubo gente que fue el apoyo y la fuerza que necesitaba en los momentos de flaqueza.
"Esto se lo dedico a mis padres -Juan e Iris- por completo. Este logro es de ellos. Fueron quienes más se sacrificaron, los que se sacaron la cresta llevándome a clases, con lluvia, con frío. Los que me motivaban a no bajar los brazos", indica mientras sus ojos brillan de emoción.
Y agrega: "También, hay amigos que estuvieron en este proceso: Renato Valenzuela, Felipe Meza, Soledad Aleuy, Yerko Mena, Jaime Farriol, Patricio Banda, Juan Taladriz, Felipe Ziegele. Son poquitos, pero son de verdad y me dieron la fuerza en momentos críticos. Y mi sobrino Salvador, que estuvo siempre preocupado de lo que me pasaba".
Cara al futuro
Ahora, el futuro le abre otras posibilidades. Trabajar de manera particular, vincularse a la educación ("hice mi práctica e intervenciones en el Instituto Comercial y se portaron muy bien") y especializarse son opciones que asoman en el horizonte: "A consecuencia de la pandemia, estamos viviendo cambios en el tema de la salud mental, son cambios de vida, la gente tiene que acostumbrarse a una nueva realidad. Hay un gran cambio de mentalidad, que puede abrir puertas para encontrar trabajo. ¡Cómo no va a aparecer algún conocido que me ayude a abrir esas puertas! También quiero especializarme en la escuela de psicólogos deportivos argentinos e irme integrando a esa área".
A los 44 años de edad y como en sus mejores tiempos de escolta y base con la "6" del CDV, Paulo Henríquez le hace otra finta al destino, penetra hacia el tablero y encesta.
Gana este nuevo partido, pero no descansa porque tiene que enfrentar nuevos desafíos. Y está dispuesto a superarlos. Con la fuerza de siempre.
"Es un tremendo guerrero"
Los padres de Paulo Henríquez, Juan e Iris, han redoblado esfuerzos para acompañar a su hijo desde diciembre de 2008. "Paulo es un tremendo guerrero. Nadie imagina los tremendos sacrificios, los dolores con los cuales muchas veces fue a la universidad. Por eso, cuando terminó, nos abrazamos y lloramos los tres. Era nuestro logro. Han pasado 11 años de su accidente, hay un grupo de amigos que lo ha apoyado. Y aquí estamos, listos para seguir...", señala Iris Salazar.
2012 ingresó a estudiar Psicología en la sede Valdivia de la Universidad Santo Tomás, donde le abrieron las puertas.
29 de abril pasado se tituló, luego de rendir su examen de grado por vía remota. Quiere especializarse en psicología deportiva.
2002 en enero se proclamó campeón de la Liga Dimayor y luego fue subcampeón con en el CDV en el Sudamericano de Clubes.