A lo largo de estas últimas décadas, los Tratados de Libre Comercio (TLC) han sido un empuje que ha permitido al país apuntar hacia el desarrollo. A grandes rasgos, son una apertura de fronteras en materia de aranceles y convertirse en una herramienta útil para el ingreso de las exportaciones de las empresas chilenas pequeñas, medianas y grandes, a otros mercados y viceversa.
Actualmente, se encuentra en plena negociación un acuerdo complementario al TLC entre Chile y Brasil, que fue firmado en los años 90, donde se nos limitó fundamentalmente al comercio de bienes, donde actualmente la tendencia en los tratados es a que exista una total liberalización de aranceles. Por lo tanto, resultaba fundamental adecuar los estándares de la relación económico comercial de Chile con Brasil mediante la incorporación de nuevas disciplinas, considerando la magnitud del mercado brasileño en el comercio exterior de Chile.
Este nuevo acuerdo otorgará mayor certeza jurídica a los exportadores e importadores de ambos países, resguardando al mismo tiempo las facultades regulatorias de cada Estado. Asimismo, brindará mayor transparencia y seguridad a los flujos bilaterales, tanto en bienes, inversiones y servicios.
No obstante, vemos con preocupación un punto esbozado para los bienes, que apunta a facilitar el proceso de apertura fitosanitaria y zoosanitaria de los mercados. Que quiere decir esto, que los estándares de seguridad de esos países probablemente no mejorarían y la carne extranjera no mantendría el fuerte control que hoy exige Chile. La carne de origen brasileño que entra a nuestro mercado es de baja calidad. Esto es lo que provoca su bajo precio y genera grandes cantidades de carne importada, permitiendo que el consumidor sea beneficiado con productos baratos de dudosa procedencia y que no está siendo fiscalizada con las mismas reglas que tenemos en Chile. Seguramente recordarán en el pasado el episodio de carne brasileña en mal estado.
Siempre hemos planteado que las medidas de fiscalización en Brasil no garantizan que los productos salgan en las mejores condiciones. Por lo mismo, lo que planteamos es todo lo contrario, que las medidas de control de los otros países sea igual de estricta que la normativa chilena les exige a los productores locales de carne y así la autoridad dé garantías al consumidor que lo que llegue al país respete los estándares de inocuidad.
Víctor Valentin Presidente de SAVAL FG