Sesenta años del terremoto de 1960
La urgencia actual no permitirá recordar el megasismo del 22 de mayo, pero sí deben existir espacios para hablar de prevención. Es necesario pensar en la "cultura sísmica" que hoy tenemos y que debe ayudarnos a entender la naturaleza cíclica de este tipo de eventos naturales.
Este año se cumplirán seis décadas del terremoto del 22 de mayo de 1960 y la fecha no podrá ser recordada como estaba planificado. Curiosamente, pasa algo similar a lo que ocurrió cuando se conmemoró el cincuentenario de ese megasismo, en 2010: una tragedia más reciente, pero igualmente estremecedora, impide mirar hacia atrás y obliga a concentrarse en la urgencia del presente. Hace diez años fue el 27F y, ahora, la emergencia sanitaria causada por el coronavirus.
Viéndolo así, se puede decir que estas coincidencias tristes son también las evidencias dolorosas de una historia nacional y local plagada de pruebas para superar, pero de las cuales siempre se generan aprendizajes. Después de 1960 Chile creó un sistema para responder a las catástrofes, el cual existe hasta hoy a través de la Onemi (Oficina Nacional de Emergencias); tras el 2010 se generaron planes a lo largo de toda la costa para reaccionar ante los tsunamis. Lo que venga después de 2020 aún no se encuentra escrito, pero seguramente estará relacionado con nuevos hábitos de higiene, con la tecnología al servicio de las relaciones humanas y, es de esperar, con una revalorización de las cosas realmente importantes, como la salud y la familia.
Desde tal perspectiva, este aniversario no debería pasar inadvertido. Aunque no se realicen hitos, habrá momentos para la memoria del mayor movimiento telúrico registrado hasta la actualidad (9.5 en Potencia de Magnitud del Momento), para las casi 2 mil víctimas fatales que cobró y para los más de dos millones de damnificados que dejó como consecuencia. Además, para los héroes que protagonizaron luego el "Riñihuazo" y que impidieron la inundación de Valdivia al romper controladamente los diques que el sismo formó en el lago Riñihue.
Igualmente debiera haber momentos para pensar en la "cultura sísmica" que hoy tenemos y que debe ayudarnos a entender la naturaleza cíclica de este tipo de hechos, para los cuales hay que estar preparados.
Es decir, debiera ser una fecha para hablar de prevención, tal como propone la idea -en el Congreso desde 2018- de marcar el 22 de mayo como Día Nacional de la Memoria y Educación sobre Desastres Socio-Naturales.