María José Besoaín, Alejandro Weiss y Valentina Aliaga siempre sintieron una gran atracción por la cocina molecular y los fermentos, y con los años se propusieron colaborar y experimentar con ese gusto hasta llevarlo un poco más allá, a la elaboración de materiales que pudieran utilizar en el ejercicio de sus profesiones.

De esta forma comenzamos en nuestra edición de jueves de Diario Austral a contar la historia del grupo de jóvenes que en 2018 dieron forma al Laboratorio de Biomateriales de Valdivia (LABVA), un emprendimiento independiente donde volcaron toda su creatividad y que hoy se enfoca en la creación de biomateriales que surgen tanto del cultivo de organismos como de las recetas de cocina.

Tal vez lo novedoso de esta propuesta hizo que los invitaran, como únicos representantes de Latinoamérica, para ser parte de la primera versión en formato online de la Semana del Diseño de Milán, Italia, evento internacional donde presentaron un curioso biotextil creado en base a las hojas y los frutos del maqui.

Todo un logro para estos coterráneos y que se suma también a los buenos resultados de algunas empresas locales que, gracias a un esfuerzo desplegado durante años de labor, hoy coronan su crecimiento con la exportación de productos a mercados tan distantes y complejos como China.

Nos referimos al equipo de Carnes Ñuble (ex Frival) y a los miembros de la Cooperativa Mieles del Sur, ambas firmas, con la ayuda y gestión de organismos públicos como ProChile, han logrado avances significativos, teniendo la primera ya contabilizada una entrega de carne en el "gigante asiático", mientras que la segunda está a la espera de seguir los mismos pasos e insertar sus productos en ese destino.

Todos estos casos no hacen más que ratificar lo que se ha dicho muchas veces en torno a la existencia de un ánimo y entusiasmo especiales en la Región de Los Ríos por destacar a partir de la colaboración.

Es de esperar que ese mismo espíritu sea el que aflore en estos días donde más que nunca se necesita que estemos unidos para dejar atrás el coronavirus. Algunos dirán que no hay mejor receta y tienen mucha razón.

Este mes se cumplieron 80 años desde la llegada de los primeros prisioneros a Auschwitz, uno de los capítulos más desesperanzadores y oscuros que la humanidad nos regala -paradójicamente- historias sobrecogedoras acerca de caridad, bondad y sentido de vida.

Dos libros han marcado mi acercamiento a Auschwitz: "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl y "La bailarina de Auschwitz" de Edith Eger, quienes relatan en primera persona los horrores de los campos de concentración, pero también sus esperanzas, sueños y aprendizajes acerca de la sorprendente naturaleza humana. Uno de los aspectos más llamativos de sus historias es la capacidad de sobreponerse a una experiencia que por su crudeza resulta difícil de imaginar. Frankl señala que jamás una película podrá retratar la realidad de los campos de concentración, porque nadie podría decidir poner en riesgo la vida de los actores para llegar al grado de desnutrición que ellos presentaban. Esto grafica los límites a los que fueron llevados no sólo sus cuerpos, sino también su dignidad como seres humanos. Entonces, ¿cómo lograron sobrevivir?

Edith Eger recuerda en todo momento el último consejo de su madre, "nadie puede quitarte lo que pones en tu mente", ese último espacio de libertad fue su salvación. En las noches junto a su hermana imaginaba que preparaban la cena, repasaba una y otra vez coreografías de ballet y hacía planes para su vida futura. Por su parte, Viktor Frankl tomaba nota mental de cada detalle que permitía que unos pocos sobrevivieran, dando forma años más tarde a la logoterapia, que en términos sencillos plantea que el hombre puede sobreponerse incluso a las más duras circunstancias si es capaz de encontrar un sentido espiritual, que, como último reducto de libertad humana, permite decidir el propio camino.

Así, Edith Eger decidió no ser la víctima que sus captores esperaban, y como psicóloga ha recorrido distintos países contando su historia y ayudando a otras personas a superar situaciones traumáticas. Viktor Frankl, psiquiatra y profesor, recibió 29 doctorados honoris causa y publicó más de 20 libros. Ambos lograron no sólo sobrevivir, sino como decía Eger; plantar pruebas de su existencia como si fueran semillas.

Hoy que como humanidad enfrentamos una crisis que devela nuestra fragilidad, pero nos permite reflexionar también sobre cuáles serán nuestras lecciones.

Mónica Jara Directora de Desarrollo Formativo U. San Sebastián sede Valdivia