Mientras muchas miradas se concentran en la polémica por el sueldo mínimo; hace unos días se dio a conocer una encuesta que grafica lo importante que son las definiciones en torno a este tema para los chilenos, más aún en los contextos actuales.

El estudio, realizado por la Mutual de Seguros de Chile, Cadem y la Universidad Adolfo Ibáñez plantea que el 43% de los entrevistados menciona que contar con un salario es su "principal preocupación" y que el 29% identifica a la estabilidad laboral como su máxima incertidumbre.

Además, el mismo análisis señala que el 70% de los participantes -personas de diversas regiones, entre 25 y 60 años de edad- reconoce haber sufrido reducciones de ingresos en los últimos meses y un 46% siente que su calidad de vida ha empeorado.

Claramente, los datos no grafican un panorama optimista. Y él se puede apreciar más oscuro considerando que el nivel de desempleo ha crecido, convirtiendo a Los Ríos en la tercera región del país con más cesantía, llegando a 10,3%, un índice de dos dígitos no visto en la última década y cuya constatación se hace evidente con solo salir a las calles en ciudades como Valdivia y ver la multiplicación del comercio ambulante.

Esas situaciones son complejas para todos los trabajadores, pero aún más quienes viven con alguna discapacidad física o cognitiva.

De acuerdo a datos de Senadis ( Servicio Nacional de la Discapacidad), uno de cada ocho chilenos vive con una alguna de estas condiciones y gran parte de ellos se encuentra en situación de pobreza y sin acceso a la vida laboral.

Considerando lo anterior es que resulta positiva una noticia dada a conocer por la secretaría regional ministerial de Trabajo, la cual informó ayer que desde la entrada en vigencia de la ley de Inclusión Laboral (abril de 2019), se han acogido a ella 301 personas y que 59 empresas de Los Ríos ya han cumplido con la normativa.

Todavía el número se ve bajo, pero es de esperar que esa cantidad vaya en ascenso, pues en épocas complejas como las actuales es cuando más se necesita de igualdad de oportunidades.

Hannah Arendt en su libro: La Condición Humana, menciona que los antiguos griegos consideraban preferible ser pobres pero libres, que gozar de una economía asegurada, pero siendo esclavos. Ésta es una referencia crucial para entender la historia de los procesos políticos, especialmente en occidente. El anhelo y cuidado de la libertad personal y social marca el recorrido de grandes gestas humanas. En esta clave podríamos leer el hecho, asombroso para algunos, inquietante para otros, de que por estas semanas se haya producido en importantes capitales europeas, como Londres, Berlín y París, manifestaciones masivas en contra de las medidas de confinamiento por el Covid-19. Ciertamente es un fenómeno complejo pues convoca diversas voces bajo banderas comunes. Así, se ve desde aquellos que quieren negar la existencia misma del virus o la gravedad de su enfermedad, a aquellos que, con más matices, sólo protestan ante lo que consideran excesos en las medidas de precaución. Hay que mencionar que en varios de estos casos las marchas han sido autorizadas por las autoridades competentes y que sólo exigen a los manifestantes responsabilidad en el mantener una cierta distancia y el uso de mascarilla.

Ahora, mirando estos hechos desde Chile, podemos extrañarnos respecto a varios puntos y reflexionar respecto de otros. Nos podemos extrañar respecto de que en países que podríamos considerar ejemplo de cultura cívica, haya quienes se arriesguen a exponer su salud y la de otros por un reclamo personal. Y más aún si este reclamo contradice la voz de la mayoría de las recomendaciones de los científicos. Y nos podemos sorprender aún más de que tales gobiernos de hecho autoricen tales marchas masivas. Se la valora tanto que muchos están más dispuestos a exponerse que a perderla. Pero también está en cuestión el rol del Estado, que, teniendo el deber de velar por el bien común, sin embargo, no tiene como única misión el proteger a toda costa la salud de la población, sino también ciertos bienes intangibles. Uno de ellos es amparar la libertad de manifestación -que, por supuesto puede y debe carecer de disturbios-, pues se entiende que en democracia no es una sola la visión hegemónica de las cosas que se impone a toda la sociedad, sino que hay cabida para la expresión de todas las visiones, por más impopulares o aparentemente equivocadas que sean.

Roberto Marconi Juárez Docente Instituto de Filosofía U. San Sebastián sede Valdivia