"La vida ha sido generosa conmigo, lo que tengo me ha caído del cielo..."
HISTORIAS. Administrador de varios edificios, también fue protagonista del histórico partido entre Miraflores y Peñarol de Montevideo.
Es todo un personaje. Bueno para la charla, con el humor a flor de piel, amigo de las conciliaciones y enemigo de los conflictos, de trato respetuoso y afable, a sus 84 años de edad Roberto Arturo Paredes Martínez es un símbolo viviente del club valdiviano Barrio Miraflores. "Los Paredes somos grasosos", señala de entrada aludiendo a que su padre fue dueño de una carnicería y fábrica de cecinas en el barrio donde creció junto a varias generaciones, jugando a la pelota en la calle o en la cancha del antiguo Estadio Popular. Y "a pata pelada, porque era la costumbre de la época", recuerda cuando la charla lo lleva a la década de los años '40. Ya en los '70, la vida le mostró un nuevo camino en la isla Teja, donde vive desde hace medio siglo.
En el ir y venir del deporte, el "Tío Tuli" fue protagonista de un partido de fútbol que se ha transformado en una especie de mito local. En febrero de 1960 fue titular de Miraflores enfrentando al mismísimo Peñarol de Montevideo, que ese año sería el primer campeón de la Copa Libertadores y luego de la Interamericana.
Hace ocho años, un problema médico obligó a amputarle la pierna izquierda, pero no bajó la guardia y es un hombre agradecido de la vida.
¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
-Fui un niño al cual no le faltó nada. Quisiera que todos los niños de Chile tuvieran una infancia como la mía, que solo me dedicaba a jugar y estudiar. Mi padre tuvo su negocio, mi mamá era muy buena cocinera, teníamos de todo: perros, caballos, pollos, patos, gansos. Me crié a orillas del río y ahí aprendimos a nadar todos los niños del barrio.
¿Dónde estudió?
-Comencé en la Escuela 49, que estaba en calle Arica. Tenía dos salas y sus profesores eran brillantes. Todos los alumnos íbamos a pata pelada y mis compañeros eran de Las Mulatas, Angachilla, el islote Haverbeck y algunos de Miraflores. Entré a los cinco años a primero, aprendí a leer, sumar, dividir hasta por tres números y me sabía hasta la tabla del 15. Con Wilma Fernández éramos los alumnos más aventajados. En cuarto año de preparatoria me fui al Liceo de Hombres y por muchos años fui el mejor alumno. En la familia tuvimos también la suerte de que como mi padre le trabajó a la familia Schuler, los hijos de ellos eran nuestros padrinos y cuando terminaron las humanidades nos regalaron una maleta de libros. Y como a mí me gustaba leer, fui aprendiendo y avanzando.
¿Qué ocurrió después?
-Una vez que terminé las humanidades en el liceo, fui uno de los alumnos fundadores de la Universidad Austral, en la carrera de Veterinaria. Pero al par de meses me retiré, porque entré a trabajar -con 18 años de edad- al Banco Osorno y La Unión, que estaba en Arauco con O'Higgins. Ahí estuve 23 años. Comencé como 'chupe', que era la pega más básica, de auxiliar. Llegué a ser apoderado del banco (podía hacer compras y ventas a nombre del banco), trabajando con Archibaldo Flores, que era el agente y Claudio Olivares como jefe administrativo. Pero, un amigo (Norberto Petersen) me ofreció el doble de lo que ganaba en el banco para que trabaje con él en Supermercados Kapel. Y me fui del banco. Después trabajé en Emasil, en Paillaco y como administrador de Transportes Isla del Rey, de los edificios Tornagaleones y Libertad; las galerías Los Castellanos y Libertad; y la comunidad Alto del Cruces.
¿Y a los 84 años sigue trabajando?
-Sí. Soy el administrador del edificio Entrelagos, donde graciosamente me han aceptado seguir luego de mi problema de salud. Por suerte, tengo un conserje brillante, como es Raúl Padilla.
¿Cuándo se produjo el problema de salud que le significó la amputación de su pierna izquierda? ¿Fue un golpe muy duro?
-Fue el 2012. Comencé con un problema al corazón y un electrocardiograma alterado. Estuve internado acá, luego en Temuco, después me destaparon una arteria y tenía un aneurisma que impedía la circulación de la sangre hacia una pierna. Me hicieron un baipás. Cuando desperté, me habían cortado la pierna izquierda. Pero, no me entristece esa situación, porque la vida ha sido generosa conmigo, todo lo que tengo me ha caído del cielo.
¿Cómo fue su vida de futbolista?
-Como era duro, en el liceo me decían 'Pata de fierro'. Había crecido jugando a pata pelada todos los días en las canchas de tierra y arena del Estadio Popular y Miraflores. Con un grupo del liceo nos inscribieron en los juveniles del club Nacional y salimos campeones de esa serie. Ahí tuve una fractura de la rótula derecha, a los 18 años llegué al Miraflores y ese año el equipo subió a Primera División. Yo era delantero, pero por mi estatura el entrenador, que era René Casas, me mandó a jugar de zaguero central. Mi primer partido en serie de honor fue contra el Caupolicán, que era el campeón. Le ganamos 5 a 3.
¿Y la historia con Peñarol?
-Fue en febrero de 1960. Peñarol venía a jugar con la Universidad de Chile y después a Temuco, así que por gestiones del presidente de Miraflores lo trajo a Valdivia. Jugamos en el estadio del Parque Municipal y perdimos 5 a 0. Me tocó marcar a un promisorio puntero llamado Luis Cubilla.
Pero la del histórico partido Miraflores-Peñarol de Montevideo, es otra historia. Que también la contará el "Tío Tuli".
"Me crié a orillas del río y ahí aprendimos a nadar todos los niños del barrio...".
Roberto Paredes Martínez, Miraflorino