Cuarentena
y prudencia
Vivimos un época de cambios (o un cambio de época, como prefieren decir otros) a todo nivel: en lo internacional, en el ámbito nacional y local. También la Iglesia vive tiempos agitados y de cambios. Esto trae inquietud e incertidumbre en muchas personas, generando temores por el porvenir. Leía hace unos días una carta del profesor Agustín Squella, quien sostenía que este es el siglo de la incertidumbre y más que pedir y esperar que se desvanezca la incertidumbre, hay que aprender a vivir con ella y gestionarla a partir de la virtud de las virtudes: la prudencia.
Santo Tomás de Aquino, el gran pensador medieval, afirma que la prudencia es la virtud más necesaria para la vida humana, ya que ella es la virtud que ayuda a encontrar los mejores caminos en las situaciones complejas. Para tomar las decisiones acertadas en tiempos de incertidumbre e incertezas, de manera de vencer los miedos y las preocupaciones. Es la virtud cardinal más importante, ya que consiste en discernir o distinguir, lo que está bien de lo que está mal, actuando en consecuencia.
Jesús lo ejemplifica en aquella parábola del evangelio de Mateo (25, 1-13), de las diez jóvenes que esperaban al novio: cinco eran necias y cinco prudentes, porque éstas últimas llevaron aceite de repuesto para sus lámparas, para mantenerlas encendidas para esperar al novio que llegaría de un momento a otro. Jesús sentencia después de la parábola: "Por tanto, estén atentos, porque no conocen, ni el día, ni la hora".
Qué importante es, en consecuencia, en los tiempos que vivimos, no dejarnos vencer por el miedo y la desesperanza, sino que cultivar la sabiduría (el saber vivir), ya que "meditar en ella- nos recuerda el Libro de la Sabiduría- es la perfección de la prudencia" (Sab 6, 15). Son tiempos de ver y juzgar con tranquilidad y con paciencia, para actuar de acuerdo con los criterios del evangelio de Jesús.
Que la Cuarentena en que estamos varias comunas de nuestra región, la podamos vivir con sabiduría y prudencia y en la Paz del Señor.