"Lo que se instaló en Perú fue una cultura de la ilegalidad donde casi todo estaba permitido"
La experta desmenuza la crisis en el vecino país y dice que la gente salió a la calle por hartazgo con políticos y por el covid-19
Tres presidentes en ocho días. Perú vive días convulsionados, después de varios años con crisis políticas. Desde Alberto Fujimori, todos sus presidentes han sido procesados por la justicia (Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra) y no se sabe qué pasará con Manuel Merino, quien solo estuvo unas horas en la primera magistratura. El martes asumió Francisco Sagasti con la esperanza de dar algo de estabilidad al vecino gobierno.
La doctora en Ciencia Política Lucía Dammert es peruana avecindada en Chile y hoy hace clases en la Universidad de Santiago. Dice que hay similitudes entre lo ocurrido en Perú en estos días y lo que sucedió en Chile durante el estallido social. Pero también diferencias.
-¿Por qué Perú está viviendo esta crisis?
-Lo que ha pasado en los últimos 15 años tiene que ver con varias cosas, pero indefectiblemente todo te lleva a la época del régimen de Alberto Fujimori. Porque él fue el encargado de complejizar la relación política con el dinero, vía Vladimiro Montecinos (su principal asesor), pero también con otros mecanismos. Se consolidó un sistema que uno podría llamarlo extorsivo, en algún sentido, un sistema de relación entre los partidos y los militantes muy clientelar. Eso distorsionó todo, y no solo la gente, sino también los partidos, asumieron esto como una práctica política aceptable. De ahí en adelante se ve un deterioro enorme de los partidos políticos. También pesó la promulgación de leyes que limitaban el desarrollo de nuevos partidos, y un Congreso que fue crecientemente disminuyendo en calidad.
-¿Se normalizó la corrupción?
-No sé si se normalizó, pero sí la corrupción se convirtió en una práctica cotidiana. Ahora, hay que decir que en Perú hay muchos casos de gente que ha sido sometida a juicios de corrupción, que han sido perseguidos por la ley y están cumpliendo condenas. Entonces, ha habido un sistema de persecución a los corruptos, pero lo que se instaló más bien es una cultura de la ilegalidad donde casi como que todo estaba permitido: los favores, el lobby, la colusión de los empresarios, la venta de las dádivas presidenciales, que fue lo que le encontraron a Alan García (quien se suicidó cuando la policía fue a detenerlo). Más que un tema de corrupción, es un tema de la cultura de la ilegalidad.
-¿Esto se transformó en un terreno fértil para la llegada de Odebrecht con sus coimas?
-Por supuesto. Ahora, mi impresión es que Odebrecht hizo lo mismo en prácticamente todos los países de América Latina. Lo que pasa es que en el caso peruano hubo más delación compensada. Hubo intentos, por ejemplo, de generar leyes sobre financiamiento de los partidos, pero al Congreso no le convenía que se aprobaran. Entonces, las pocas reformas políticas finalmente fueron implementadas por Martín Vizcarra, vía plebiscito. Pero los políticos se parapetaron en sus bolsillos. Hubo cosas que fueron como una burla al país. Uno iba sabiendo lo de la venta de los indultos, la relación con muchos periodistas que terminaron presos. Felizmente hubo un grupo de fiscales jóvenes que sí dio la pelea por una política anticorrupción, que al final del día pueden haber sido opacados por parte de la política más tradicional, pero ellos como que mostraron que existía la posibilidad también de contestar a esta normalización de la ilegalidad.
-¿Por qué la gente está saliendo hoy a la calle en Perú?
-Necesitamos un poco más de tiempo para identificar cuáles han sido los factores, pero podría mencionar tres. Primero, son muchos años de hartazgo de esta política para el autoservicio. El segundo factor es el covid. El virus ha impactado en el Perú de forma muy importante. Por muchos años el peruano pensaba que la corrupción no tenía un costo para el ciudadano, la veía como un problema lejano. Sin embargo, con el covid hay un reconocimiento de que la corrupción o las prácticas políticas no permitieron mejorar el sistema de salud, los hospitales no daban abasto, no había nada… en el fondo Perú tenía plata para repartir, pero no sabía cómo repartirla a sus ciudadanos porque el aparato del Estado estaba muy débil. Entonces creo que esto permitió darse cuenta de que finalmente lo que hacen los políticos sí afecta a la ciudadanía. Ligado con eso, la pandemia ha afectado enormemente la economía peruana. Hay muchos jóvenes que han salido a marchar porque han visto fallecer a algunos de sus abuelos, han visto que sus padres han perdido los trabajos y han tenido que pasar a la informalidad, porque han visto el aumento de la violencia en los hogares, porque ni siquiera pueden hoy pagar sus estudios. Frente a ninguno de esos problemas hay una respuesta estatal seria. Y agrego un cuarto elemento: esta nueva generación no le tiene miedo a una discusión política distinta. Tienen como muy en el pasado lejano el recuerdo del "senderismo" (por el grupo terrorista Sendero Luminoso), de la violencia interna del Perú. Y eso les permite salir a las calles con una tranquilidad que las generaciones anteriores no tenían.
-En la calle no hay consignas de apoyo ni a Merino ni a Vizcarra. ¿Podrá gobernar Sagasti si la gente no cree en los políticos?
-Efectivamente, lo que la gente ha buscado es un cambio en la forma en la que se hace política. La calle no quería a Vizcarra, pero clamaba en contra del sistema que lo había sacado. Creo que a pesar de todo ha sido un proceso virtuoso porque se logró, entre muchas peleas y negociaciones, dar con un candidato como Sagasti, quien probablemente represente un poco lo bueno de la política. Es una persona que no se ha enriquecido con el ejercicio de los temas públicos. Ni tampoco tiene un interés económico industrial de algún mercado particular, que no está representando ahí ni a las empresas ni a los mineros ilegales, a nadie. Dicho eso, no la va a tener nada de fácil. Me imagino que debe estar buscando a esas mujeres y hombres que van a tener la tarea de demostrar que otra política es posible.
-Merino fue abandonado por la clase política pocas horas después de colocarlo en la presidencia. ¿Le tuvieron miedo a la calle?
-La clase política que está hoy en el Congreso no tiene lealtades. Encontró en Merino a una persona o personaje que podía cumplir una función o rol específico y cuando vio que no lo cumplía, lo abandonó. Y lo hizo en menos de 48 horas. La política peruana es un poco antropófaga. Merino va a cumplir un rol bien triste en la historia. Pero, por otro lado, fue la ambición desmedida de este grupo político y su necesidad de resolver sus agendas personales lo que los llevó a esta debacle.
-¿Esta crisis tiene parangón con lo sucedido en Chile?
-Creo que tiene cosas comunes. Primero, la distancia entre la política y la ciudadanía. No solo entendida como una política súper cerrada y que se mira al obligo permanentemente, sino también por una ciudadanía que estaba un poco apartada de las conversaciones políticas, ya sea porque lo encontraba distante, sucio, lo que sea, pero una ciudadanía más marginal. Segundo, es bien importante el tema de las nuevas generaciones que participan y que salen a la calle conforman una representación muy distinta a la tradicional. Tercero, lamentablemente, la respuesta pública fue de represión policial, que en el caso peruano ha tenido dos jóvenes asesinados. Entre las diferencias uno podría pensar que en Perú la protesta fue inicialmente contra el sistema político. Acá en Chile, desde el inicio la protesta fue más económica, del modelo de desarrollo, de las injusticias, la desigualdad, las AFP. Está por verse si en Perú se da el otro paso, si efectivamente comienza a aparecer una discusión pública sobre las desigualdades, que en Perú son brutales.
-¿Qué papel están jugando las Fuerzas Armadas?
-Cumplieron un rol significativo desde el silencio. El día de la marcha pudo ser muy feroz, porque la gente estaba en la calle cuando comenzó el toque de queda. Sin embargo, los militares tranquilamente se retiraron de algunos lugares donde había manifestantes. Eso yo creo que es algo que hay que valorar. Y luego, pareciera que el presidente Merino y otros miembros del gobierno trataron de vincularse con las FF.AA. para pedir algún nivel de apoyo. Pero ellas dijeron que estaban por la Constitución y no para dirimir ningún debate político específico, lo cual también es una buena noticia, dado que pudieron haber desequilibrado la balanza si hubieran apoyado a Merino o hubieran generado algún nivel de violencia en las calles.
"Lo que la gente ha buscado es un cambio en la forma en la que se hace política. La calle no quería a Vizcarra, pero clamaba en contra del sistema que lo había sacado".