Desde la Fundación Chile Descentralizado, fue planteada una inquietud que no debiera dejarse pasar. Señalan que "hay razones para pensar" que los futuros gobernadores regionales no serán considerados la primera autoridad local desde la perspectiva protocolar y que tampoco utilizarán las oficinas hoy reservadas para los intendentes. Ambos privilegios serían para los futuros delegados presidenciales, designados desde La Moneda.
La Fundación realiza estas afirmaciones basada en las instrucciones que ya habría dado el Ministerio del Interior, para enfrentar la instalación de los nuevos líderes locales, los cuales serán elegidos democráticamente en abril y asumirán en junio de 2021.
Ambos hechos -negar trato y espacio- podrían parecer irrelevantes o banales; pero no lo son en absoluto. Al contrario. En ellos se podría leer un intento de demostración de continuidad para la actual línea centralizada de poder político. Y dar ese tipo de mensajes va exactamente al revés del sentido que este cambio busca: mayor autonomía en decisiones, consideración de la voluntad ciudadana, respeto por las realidades distintas de cada territorio.
Sin duda es un error relegar la figura que, por primera vez en la historia, representará a la comunidad siendo cabeza de la administración regional. Y, como tal, debe ocupar el espacio físico que ese rango implica, en el edificio de la actual intendencia, donde -además- ya funciona la mayoría de las unidades que estará bajo su tutela.
Quizás la confusión surja porque los delegados representarán al Presidente de la República; pero recordemos que ellos no encabezarán el Gobierno Regional.
En atención a esto último, también se requiere que los nuevos gobernadores sean tratados y reconocidos como primera autoridad. Si no sucede así, es probable que se confunda aún más a la opinión pública respecto del delicado equilibrio de funciones y atribuciones que tendrán estas dos cabezas. La figura ya es ahora compleja de exponer; peor aún si en la forma social no se distingue la preeminencia de uno frente a otro.
Para que el proceso de descentralización efectivamente funcione, se hace preciso que todos los actores pongan de su parte. Y dar las señales correctas, es un paso fundamental para lograrlo.