El inicio del programa de vacunación en Chile prioriza a los adultos mayores, que son uno de los grupos más golpeados por la pandemia de covid-19. Hasta enero de 2021, según cifras del Ministerio de Salud, más del 85% de los fallecidos por esta causa tenía entre 60 y 90 -o más- años de edad. Suman 15.683, frente a un total nacional de 18.500 muertes informadas (ayer eran 18.576).

En el desglose nacional, 3.864 de los casos corresponden al rango entre 60 y 69 años; 5.248, entre 70 y 79; 4.822, entre 80 y 89; 1.749 desde 90 años y más. (www.pauta.cl)

En Los Ríos, el 26 de enero pasado la cifra total de decesos era de 150 personas; pero el martes 2 de febrero el número ya había subido a 162. De esas doce nuevas víctimas producidas en una semana, sólo una tenía 58 años de edad; las once restantes, eran mayores de 60.

Con este contexto como base de las decisiones, es evidentemente correcto comenzar con quienes se ubican en este grupo para ordenar la entrega de dosis de Sinovac.

Los primeros vacunados fueron los mayores del tramo superior de lo que llaman la "cuarta edad" (que comienza en los 80); es decir quienes han superado las nueve décadas de vida. En la región -según el Censo de 2017- no son pocos: 1.431 personas, incluyendo a un grupo de 74 que se acerca a los 99 años: 12 hombres y 62 mujeres.

En detalle, la lista ubica a Valdivia en primer lugar con 588 vecinos; luego La Unión (157); Río Bueno (139); Panguipulli (124); Paillaco (89); Mariquina (79); Los Lagos (70); Lanco (49); Futrono (46); Lago Ranco (38); Máfil (33) y Corral (23).

La campaña ha permitido observar estas cifras y evidenciar también el aumento de la esperanza de vida en Chile y la región, que en las últimas décadas ha subido en 22 años. En 1960 el promedio era de 57 años; en 1990 llegaba a 71,6 y hoy es de 80; mientras que a nivel mundial bordea los 73.

Esto se debe a mejoras en las condiciones generales económicas, sociales, ambientales del país, que se deben reconocer; sin embargo, los efectos del covid-19 han evidenciado que aún queda un largo trecho por avanzar para que esos años más sean también de calidad y protección reales.

Cuando en el año 2016 se conoció desde el Consejo Nacional de Educación la posibilidad de no considerar Filosofía en 3º y 4º medio, el elemento menos conocido, y por lo tanto menos comprendido, fue que a la propuesta curricular presentada ante el Consejo le afectaba una falta de fundamentación que explicara por qué era necesario enseñar Filosofía en esos niveles. La reacción que causó esta decisión fue tal que, más allá de la solución curricular surgida, nos hizo preguntarnos convenientemente ¿por qué enseñar Filosofía?. La respuesta podría ir, no en la línea de la recursividad de la "necesidad de ayudar a generar grandes pensamientos", sino en una mucho más extendida, comunitaria y socioconstructivista: Porque de la mano de la Filosofía, estudiada en el sistema escolar regular, surge el estudio de la Ética (estudiada en Filosofía, Religión y Orientación), que junto con la Estética (cultivada en Artes Visuales, Artes Musicales y Educación Tecnológica), la Retórica (cultivada en Lenguaje y Comunicación, Idioma extranjero e Historia) y la Lógica (cultivada en Matemáticas, Física, Historia) van configurando un pensamiento complejo en un ser humano complejo, que vive en sí y para otros (Educación Física y Salud), que construye ciudadanía (ed. Ciudadana) y profundiza en el fenómeno del ser manifiesto en el entorno (Química, Biología). Es decir: contribuye a la formación de un ser humano menos egoísta, menos narcisista, menos utilitarista, mucho más humano.

Al comprender la seriedad de esta relación de competencias, nos damos cuenta por qué es tan importante educarse de forma responsable: Para adquirir una ética armónica que permita reconocer y nombrar como mal al mal y como bien al bien. Para no convertirnos en los sinvergüenzas que abusamos del poder y las influencias para evadir impuestos a costa del Estado, ni para apropiarnos del bien de otros a costa de la violencia y las armas.

Se hace necesario (y esto es el elemento incómodo de mencionar, pero que no es bueno silenciar) educarnos en una ética planetaria (Boff), una ética del cuidado (Gilligan), una ética de la ternura y el afecto real hacia el otro. Educarnos, no sólo "ir a clases de", educarnos, como responsabilidad de ser humanos. Necesitamos, en todo nivel educativo (desde el inicial hasta el Superior), una educación ética efectiva y real.

Profesor Javier Vega Ramírez Facultad de Filosofía y Humanidades, Uach.