La comunicación en organizaciones humanas a partir de la biología
TEORÍA. El legado del biólogo Humberto Maturana hoy está presente en la mayoría de las relaciones empresariales.
La teoría de la autopoiesis, es decir, de cómo las organizaciones biológicas y humanas, incluidas la persona como individuo, está continuamente creándose a sí mismo, es uno de los principales legados del especialista en anatomía y neurofisiología del University College de Londres (UCL), Humberto Maturana. Este principio hoy es aplicado a comunidades civiles y empresariales en diversos países, tras su desarrollo en la década de los 80 en la Escuela de Palo Alto, en Estados Unidos.
La idea de que los sistemas -también entendidos como biológicos, es decir, puede ser una persona -están continuamente construyéndose a sí mismos, influidos por la relación con su entorno tanto físico como social, histórico y lingüístico, inspira, además de nuevas formas de ver la psicoterapia, lo que actualmente se entiende por relaciones corporativas, es decir, al interior y entre las organizaciones.
Maturana escribió junto a su exalumno Francisco Varela esta teoría fundacional para las primeras décadas del siglo XX, en el libro "El árbol del conocimiento", hoy de lectura obligatoria en las escuelas de comunicaciones y psicología.
En el año 2000, asimismo, el Premio Nacional de Ciencias Humberto Maturana fundó el Instituto Matríztica, donde, junto a Ximena Dávila, buscaban "colaborar con las empresas para el surgimiento de una cultura organizacional que estimule la búsqueda de resultados, desempeños superiores y creación de valor, en armonía con el bienestar de las personas y la organización", idea que también fue replicada por Rafael Echeverría en el libro "Ontología del lenguaje".
La autopoiesis, explicó Maturana a la BBC, "tiene que estar ocurriendo continuamente, porque cuando se detiene, morimos". Lo mismo ocurre en una compañía: al tratarse de un sistema cerrado es necesario que muchas veces se arregle a sí misma, se mantenga y también sea capaz de responder a los estímulos, positivos y negativos, del entorno y, en este caso, de los propios miembros de la firma.
El biólogo, sin embargo, a partir de sus estudios de filosofía reconoce la existencia de la emocionalidad como un factor clave para el ente, porque "no es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones".
En esta línea, "cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, y sostengo que tal operación constituye los fenómenos sociales", dijo el académico que este año publicó, junto a Dávila, el libro "La revolución reflexiva".
"(La autopoiesis, es decir, la capacidad de crearse a sí mismo) tiene que estar ocurriendo continuamente, porque cuando se detiene, morimos". "Los sistemas coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, esa operación son los fenómenos sociales"