El Cielo y
la Tierra
Este fin de semana, nuestro país vive un clima eleccionario una vez más. Al final de la jornada se hablará de vencedores y derrotados, sin embargo unos y otros tenemos la misión de seguir construyendo y trabajando por nuestra tierra y sus habitantes. Pasado el tiempo eleccionario, esperamos que venga el tiempo del diálogo. El Papa Francisco en su última Encíclica "Fratelli Tutti" habla sobre la importancia de dialogar para encontrarnos y ayudarnos: "Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo" (FT 199).
El auténtico diálogo social supone respetar el punto de vista del otro. La participación en la comunidad política en la que vivimos es una responsabilidad y una obligación moral para los cristianos, que aunque sabemos que el Reino de Dios no es de este mundo, estamos comprometidos con las realidades sociales, con la justicia y con la paz, en especial de los menos favorecidos.
Los discípulos de Jesús habían compartido durante 40 días con el Señor resucitado, después de su Pasión. Durante este tiempo les había hablado del Reino de Dios y los preparó para la misión que tendrán después. El domingo de la Ascensión, fiesta que celebramos hoy, sin embargo quedaron confundidos con respecto a lo que vendría, cuando se despidió de ellos y "subió a los cielos". Los discípulos pensaban que era el momento en que Jesús iba a restaurar el reino (Hechos 1,6), pero Jesús asciende al Cielo y les promete la fuerza del Espíritu Santo que los ayudará para continuar con el anuncio del Evangelio. Ellos se quedaron mirando al Cielo, sin entender todavía lo que el Señor les había dicho, pero se les invitará a no quedarse mirando el Cielo, sino a seguir la Misión de Jesús en la tierra, que aunque no es la realidad definitiva, prefigura el reino eterno de Dios, al cual estamos llamados (Mc 16, 15-20; Hch 1,1-11). El mundo es siempre una posibilidad y una responsabilidad para quienes creemos en Cristo.
San Pablo (a los Efesios 1,17-23) agradece a Dios y pide por sus comunidades que viven en la esperanza de Cristo, pero inmersos en este mundo. Hacemos nuestra la oración que él hace por esa comunidad concreta: "El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda el espíritu de sabiduría y de revelación para un conocimiento profundo de él. Que Dios ilumine los ojos de su corazón, para que sepan cuál es la esperanza a la que él los llama".