La población JosÉ María Caro adquiere rol protagónico en la Bienal de venecia
EXPOSICIÓN. "Testimonial spaces" exhibe los relatos verbales y escritos de personas que han vivido en este barrio santiaguino en el regreso de la muestra arquitectónica mundial.
Agencias
El poder de la colectividad frente al egoísmo del individualismo centra las propuestas de países como Chile, Argentina o Perú en la XVII Bienal de Arquitectura de Venecia, que mañana abre sus puertas al público para reflexionar sobre cómo las sociedades pueden convivir, pese a sus diferencias.
El título que ha planteado el comisario general de esta edición, el arquitecto libanés Hashim Sarkis, es "How will we live together?" ("¿Cómo viviremos juntos?") y sobre esto giran las distintas iniciativas de los países latinoamericanos que participan en la muestra.
Emblemática población
Los arquitectos chilenos Emilio Marín y Rodrigo Sepúlveda son los curadores de la propuesta nacional en Venecia y optaron por una reflexión similar, en este caso centrando su mirada en el movimiento social que revitalizó la población José María Caro, situada en el sector sur de Santiago.
El proyecto "Testimonial spaces" consta de los relatos verbales y escritos de personas que han vivido en este barrio de las comunas de Lo Espejo y Pedro Aguirre Cerda, así como de 500 pinturas que son su registro gráfico.
En ella, abordan la temática de la bienal desde una perspectiva local, para dar después una respuesta global y demostrar que las desigualdades, los conflictos y las tensiones suceden en todo el planeta y que es importante aprender de las experiencias pasadas para saber cómo vivir el futuro.
"Son 500 pinturas hechas a partir de 500 testimonios en los que han trabajado artistas, pintores, historiadores, arquitectos y la comunidad. Es un trabajo donde la autoría se diluye en un trabajo comunitario", detalló Sepúlveda.
"La Caro", como se le denomina popularmente, fue fundada a finales de los 50 y sus vecinos recibieron terrenos sin servicios básicos, como luz eléctrica o alcantarillado.
La zona comenzó con unos 60.000 habitantes y acabó contando con más de 90.000, relató Sepúlveda. La unión de los vecinos promovió un desarrollo significativo y rápido.
Habitantes, empleados públicos y fuerzas armadas trabajaron juntos para transformar el barrio y adoptaron acciones y reglas, como por ejemplo que todos ayudaban a construir las casas de los demás, excepto las suyas, para "no anteponer los intereses individuales por encima de los de los demás", contó Marín.
El objetivo de la propuesta es demostrar que las sociedades se pueden sobreponer "de las crisis, de los momentos complejos, de la ausencia del Estado en algunos casos", si lo hacen "de manera comunitaria", cerró.
Una CASA INFINITA
Los seres humanos viven en una "casa infinita", que es el planeta, que deben cuidar, respetar y, sobre todo, trabajar para que todos los rincones funcionen correctamente y no haya desigualdades.
Esto es lo que defiende Gerardo Caballero, curador del pabellón argentino situado en el Arsenale, los antiguos astilleros venecianos.
"Al final vivimos todos en una misma casa, que es una casa enorme, a la cual no podemos entrar porque estamos siempre dentro y de la cual no podemos salir porque es imposible", explicó.
El arquitecto invita a recorrer un diseño que evoca una "casa chorizo", que es como denominan en Argentina a las viviendas que tienen una serie de habitaciones iguales a lo largo de un eje longitudinal.
El pabellón de México se llama "Desplazamientos" y está compuesto por 5.000 plomos de albañilería, que componen un muro que dirige al visitante hacia un espacio central que está iluminado.
A oscuras a excepción de ese espacio central, el pabellón, demuestra al público la dificultad de los desplazamientos, pero también que los muros no son realmente muros y que se puede ver a través de ellos e incluso derribarlos.
Mundo enrejado
El arquitecto peruano Felipe Ferrer, por su parte, denuncia los límites que impone un mundo enrejado en un proyecto que no ha podido estar listo para la preapertura, pero que espera estarlo en dos semanas.
La pandemia de coronavirus ha obligado a los organizadores a esperar hasta el último momento para decidir si seguir adelante con la bienal y esto ha provocado que algunos países como Perú no hayan podido llegar a tiempo.
50.000 habitantes