"Un desafío es reconectar a la sociedad con esta gran diversidad de vida..."
RECONOCIMIENTO. La Universidad Austral de Chile entregó el Premio Luis Oyarzún 2021 al ecólogo y filósofo chileno por su contribución a la defensa y protección de la biodiversidad.
Su línea de investigación combina la ecología y la filosofía. Su contribución a través de una propuesta de ética biocultural al integrar las ciencias ecológicas y la filosofía ambiental en la teoría y la práctica de la conservación biocultural, particularmente en América Latina, es mérito para que la Universidad Austral de Chile (UACh) le entregara el Premio Luis Oyarzún 2021.
Ricardo Rozzi ha publicado más de 250 artículos y capítulos en revistas y libros indexados, y ha editado o coeditado otros 45. El ecólogo y filósofo chileno, es profesor titular en el Departamento de Filosofía y Religión de la Universidad del Norte de Texas y de la Universidad de Magallanes; también, es director del Centro Subantártico Internacional Cabo de Hornos, ubicado en Puerto Williams.
En una solemne ceremonia, el viernes, en el salón Jorge Millas del campus Isla Teja de la UACh, en Valdivia, Rozzi recibió el premio. Éste es un reconocimiento a quienes, mediante el arte, la ciencia o las humanidades, han contribuido al logro de relaciones armónicas entre seres humanos y la naturaleza o han aportado a la solución de problemas y requerimientos del ser humano, de la sociedad y del entorno.
El rector de la UACh, Hans Richter, hizo entrega del Premio: una medalla y un galvano.
¿Cuáles son sus emociones al recibir el Premio Luis Oyarzún?
-Es una emoción histórica. ¿Por qué? Porque en algún momento el proyecto de vida mío era volver a la Universidad Austral. ¿Y cuáles son las raíces con esta Universidad?, son muchas, aquí comenzó su carrera Pablo Oyarzún, un filósofo que era sobrino de Luis Oyarzún, y después conocí a Alfredo Pradenas, quien es el único filósofo que ha sido presidente de la Sociedad de Bioética de Chile y con Alfredo fuimos desarrollando la idea de hacer un curso de conservación, él ya falleció; acá también está Pablo Villarroel. Es como llegar a la casa. La primera emoción es una gran alegría de poder llegar a la Universidad y a la ciudad que tiene tanta historia para mí.
La segunda, una gran felicidad de poder recibir un premio que hace honor a uno de los precursores del pensamiento ambiental, no sólo en Chile, sino en Latinoamérica. Con el modo de mirar de Luis Oyarzún, con su modo de percibir y cuidar, no puede haber una resonancia mayor con actividades como las que hacemos nosotros, como el ecoturismo con lupa, que es detenerse a mirar aquello que muchas veces poco se percibe, pero también una mirada especial, del valor de las pequeñas plantas, del valor de la diversidad de la vida en general, tanto biológica como cultural, pero en el caso de él, particularmente, biológica. Entonces, la segunda gran alegría es estar en la tradición del pensamiento de Luis Oyarzún.
Este premio se le otorgó por su contribución a la defensa y protección de la biodiversidad, en ese sentido, desde su perspectiva, ¿cuáles son los desafíos para Chile en esta materia?
-Uno de los desafíos mayores tiene que ver con el Premio, en el sentido de que cuando hay una causa del cambio climático, una causa del cambio global se habla de causas próximas y causas últimas. Y muchas veces se abordan las causas próximas, por ejemplo, que hay contaminación, deforestación, emisiones de carbono, calentamiento global, pero pocas veces se habla de las causas últimas que son por qué vivimos como vivimos, por qué la sociedad llegó a este extremo de generar esa contaminación, de generar la tala de bosques o el calentamiento global y, en ese sentido, un desafío es reconectar a la sociedad con esta gran diversidad de vida, porque uno en el ajetreo y en la agitación de la ciudad se aliena, hay una desconexión, en general, de la sociedad y no sólo de ésta, también del sistema educativo y de muchas de las instituciones respecto a esta matriz de la biodiversidad.
Usted ha apuntado a la urgencia de la conservación y ética biocultural, ¿a qué se refiere con este último concepto?
-La ética biocultural surge para afirmar varias cosas. Primero, recordar que la palabra ética, en la civilización occidental, viene de ethos que significa madriguera, es decir, un hábitat cuidado; en ese sentido, la ética también, para cuidar y otras prácticas virtuosas, es un hábito de vida. La madriguera, cuando surge la palabra, se refiere a una zorra, a un león y de a poco integra a los seres humanos, entonces emerge el concepto de cohabitante, los diversos seres humanos, de distintas culturas, etnias y orígenes compartimos el hábitat y también lo hacemos con diversas especies, como los coigües, robles, cisnes, esos son cohabitantes y ese es un hecho descriptivo, pero también aquí hay un deber ético: debemos compartir el hábitat, y nos va a ir mejor a todos si lo compartimos. Esas son las tres "h" de la ética biocultural: hábitat, hábito y cohabitante. Y cohabitante es el concepto angular que cambia el significado de recursos naturales, es decir, ya no son meros recursos para ser usados y explotados, no, son cohabitantes con quienes convivimos.
En esa urgencia de la conservación y de la ética biocultural, ¿qué acciones concretas se pueden emprender para alcanzar los objetivos?
-Las prácticas son varias. Primero, superar esta dicotomía entre preservación, que es no tocar, y explotación que es destruir. ¿Y cuál es el término medio?, hay que conciliar las necesidades sociales, económicas y ambientales y, en ese sentido, un ejemplo es la creación del Parque Marino Islas Diego Ramírez-Paso Drake que, justamente, en su diseño se concilian la continuidad de la pesca artesanal, una pesca industrial muy controlada con certificación, turismo muy regulado, conectividad y desarrollo científico, es decir, que se mantenga una economía, pero una economía que sea compatible con la conservación de aquello que atrae, en primera instancia, a los visitantes en el caso del turismo, o de aquello que permite tener los frutos del mar que es la pesca artesanal e industrial.
Es director del Centro Subantártico Internacional Cabo de Hornos, ¿cuáles son las líneas de investigación y el aporte que se genera mediante este centro?
-La primera línea de investigación es la ética y la filosofía ambiental; tenemos un liderazgo en Latinoamérica y a través de la relación con la Universidad del Norte de Texas, en el mundo, en esta nueva rama de la filosofía que es la ética ambiental y, en mi caso, la ética biocultural.
La segunda línea es la educación, una educación que investiga el problema de la disociación de los programas curriculares con el entorno, con la biodiversidad biológica y cultural, pero, al mismo tiempo, propone y genera nuevas metodologías pedagógicas que permiten reconectar y eso va desde el nivel preescolar al escolar, educación técnico profesional con una escuela técnica, y al nivel de la educación superior de pregrado y postgrado.
Una tercera línea es la conservación biocultural que recoge muchos de los criterios que expliqué antes, y nosotros hemos liderado la creación de la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, también del Parque Marino Islas Diego Ramírez; entonces, hemos dado tanto al Estado los insumos para crear nuevas áreas protegidas, pero también, trabajando con Subpesca, Conaf y con los distintos servicios y ministerios y con la comunidad en cómo se gestionan las áreas protegidas.
Y la última, es la que llamamos centinelas del cambio climático global, ¿qué significa? estudiamos las respuestas de la biodiversidad al aumento de la temperatura y al cambio climático en general.