Cuando PabloNeruda se enamoró de un jarro cervecero en el sur
Recuerdos de un chileno en Alemania. Los años pasan y la memoria del viejo poeta permanece todavía causando admiración y desazones. Nosotros, los que lo recordamos, en este 118° aniversario de su natalicio rescatamos un nuevo cuento simple de los que todavía quedan muchos. Un antiguo jarro cervecero, sin data de origen, que de un barco mercante anclado en Puerto Aysén pasó a manos de un médico y de allí a una de las casas museo de Pablo Neruda, es el protagonista de la historia en este nuevo natalicio del poeta que recordamos hoy, 12 de julio.
Tantos chilenos están desparramados por el mundo como historias hay para contarlas. El doctor Héctor Rodríguez Maturana es uno de ellos que a los 91 años de edad recuerda su involuntario alejamiento de la tierra madre y de su nuevo hogar en una Alemania hospitalaria con los caídos en desgracia.
Nacido en Santiago, sector norte de Mapocho barrio bravo, desde su residencia en Alemania guarda en su memoria un encuentro con Neruda que nos trae a recuerdo en este nuevo natalicio del poeta y que tiene relación con el origen de uno de los incontables objetos del Nobel que la Fundación custodia en Isla Negra: uno de los jarros cerveceros que se expone en lo que fue el bar del Premio Nobel.
CAMPAÑA EN EL SUR
La historia del jarro y de cómo llegó a manos del poeta se remonta a cuando un jovencísimo doctor Héctor Rodríguez se desempeñaba como médico en el Hospital de Puerto Aysén.
Rodríguez ya conocía a Neruda desde cuando era estudiante de Medicina en la Universidad de Chile, en Santiago, y como tal sostuvo con él otros encuentros. "Yo pertenecía a un grupo con ciertas tendencias literarias y gozábamos leyendo a los grandes de esa época. En una ocasión muy particular, en 1964, cuando yo ya era médico en Puerto Aysén, me nombraron jefe de la campaña presidencial de Salvador Allende. En esa campaña, el candidato llegó acompañado por una comitiva que integraba Pablo Neruda.
"Por supuesto que recibí a todos en mi casa y como amantes de la buena mesa comimos y disfrutamos de una noche descansando de la campaña y bebiendo cerveza. Neruda bebió de un jarro muy bonito que yo tenía, con figuras marinas, lo quedó mirando embelesado y le gustó. Entonces le dije, poeta, ese jarro es suyo, se lo regalo. Así fue como se lo llevó…".
Recuerda el doctor Rodríguez que desde su exilio en 1973 habían pasado muchos años… "Cuando se levantó la prohibición de entrar al país que teníamos muchos chilenos, volví a Chile a ver a mi familia y viajé a Isla Negra. Allí fue grande mi sorpresa al encontrar en el bar el jarro cervecero, aquel que le regalé al poeta. Hablé con el director y me permitieron tenerlo nuevamente en mis manos para que me tomaran una foto".
ORIGEN DEL JARRO
Rodríguez había obtenido el jarro en un barco mercante, muy grande, que cada mes llegaba de Europa a Puerto Chacabuco trayendo importaciones, maquinarias y otras cosas, llevándose a la vez productos de Puerto Aysén, especialmente lanas y plomo de las mineras de Chile Chico.
"Así, cuando venía el barco todos íbamos a la novedad. Para nosotros era una fiesta ir al barco a tomar cerveza o a comprar cigarrillos. Era muy normal, entonces me llamó mucho la atención el vaso que estaba ahí en uno de los estantes de la cámara de los oficiales y resulta que me gustó. Lléveselo no más, me dijo el mayordomo. Me lo llevé y ésa fue la historia", abrevia Rodríguez.
UNA ANÉCDOTA
Cierto es también que aquella visita de Pablo Neruda y de Salvador Allende a Puerto Aysén está salpicada de anécdotas.
"En esa campaña habíamos trabajado enormemente en viajes a través de Puerto Aysén, y en esa ocasión se produjo una urgencia médica a la que debí acudir, y como estaba presente el candidato Allende, que también era médico, se ofreció a acompañarme en la intervención quirúrgica.
"No fue mucho lo que Allende hizo pero el mérito de trabajar juntos no lo olvido. En tanto, durante la espera Neruda ya se encontraba conversando con vecinos en la sala de espera y contando sus cuentos como siempre. No le faltaban motivos para entrar en contacto con la gente, y terminamos todos felices…".
VIDA EN ALEMANIA
Desde su exilio en 1973, el doctor Rodríguez se hizo un nombre en Alemania pero también vivió desgracias: quedó viudo dos veces… "Ahora ando como bola huacha, aunque aquí hay una seguridad completa, sin problemas. Vivo de una pequeña renta, lo suficiente para darme vueltas perfectamente bien. Aquí puedo trabajar y me respetan como un profesional a pesar de ser extranjero".
Recuerda que como exonerado político fui recibido por los alemanes con los brazos abiertos. "En tres meses me reconocieron todos mis títulos, incluido el de profesor de la Universidad Austral de Valdivia, y ya estaba trabajando en un hospital, porque este es un país libre y democrático en donde se respeta a todas las personas. A la edad que tengo me siento satisfecho y cuando camino por la calle me saluda la gente y se me acerca".
TAMBIéN ESCRITOR
Con sus 91 años recién cumplidos en mayo, el doctor Rodríguez es autor de los libros "Mis años en la Patagonia", "El deleite de vivir", "Viajes por Europa"… además de sus memorias que tituló "Una existencia", publicadas en Suecia y más tarde en Valparaíso.
Sólo volvió a Chile cuando el país recuperó la democracia. "Después del plebiscito viajé cada dos años y la última vez fue en 2019, antes de la pandemia. Ya no puedo volver. Estoy viejo y tengo a toda mi familia aquí, cinco hijos, once nietos y un biznieto".
Hoy reside en la ciudad de Bocholt, cercano a Bielefield, donde vive otro amigo chileno y nerudiano, Enrique Robertson, con quien conversan de Chile y de lo que los apasiona: la poesía de Neruda.