"Soy un tipo que cree en la duda y duda lo que cree"
Como viejo pampino, Hernán Rivera Letelier fue rudo. Forjó ese carácter en el desierto. Ahora, como nuevo Premio Nacional de Literatura, sigue con la guardia firme.
Caminando desde su casa hasta el café Okus de la calle Arturo Prat, en pleno centro de Antofagasta, el escritor Hernán Rivera Letelier normalmente se demoraba unos 25 minutos. Desde que ganó el Premio Nacional de Literatura, recién la semana pasada, el autor de "La Reina Isabel cantaba rancheras" puede tardar una hora en el trayecto debido a todos los saludos y abrazos que va recibiendo cuadra por cuadra. En medio de este ajetreo, el minero de la pampa salitrera que se convirtió en uno de los escritores más populares del país, con una obra que se ha traducido a varios idiomas, nos cuenta cómo lo pilla este reconocimiento.
-Se ha dicho que el Premio Nacional de Literatura es como el Club de la Pelea, pero al menos en esta ocasión no se vieron golpes bajos, polémicas, cartas al director ni santos en la Corte. ¿Tenía los guantes puestos, por si acaso?
-No, porque no pensaba que me lo daban a mí, porque ya era la quinta vez. Me postularon por pura inercia, como un saludo a la bandera. Me sorprendí realmente cuando me llamaron.
-De los anteriores ganadores, ¿hay alguno con el que se sienta más emparentado?
-No. Los que me influyeron fueron los novelistas del Boom, como Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Márquez, Rulfo, Benedetti, Cortázar. Esos son mis maestros y siempre los estoy releyendo.
-Usted vive en Antofagasta, lejos de la capital y las redes de influencia. ¿Cuál es su relación con el poder?
-Ninguna. A mí no me ha gustado nunca el poder. Soy totalmente contrario a lo que era García Márquez. Nunca fui a esas cosas de los cócteles, no me interesa tener poder. Arranco cuando tengo que ir a alguna cosa donde están los poderosos.
Los mineros y las 4x4
-¿Qué queda de la minería que le tocó vivir?
-La minería es casi la misma, excepto quién tiene las utilidades. Pero, al igual que antes, es una pega calificada. Antes pagaban con fichas, ahora pagan con tarjetas plásticas. La diferencia es que yo comía sentado en una piedra. A veces los remolinos pasaban y nos llenaban la vianda de tierra. Los mineros de hoy tienen una piscina temperada, tienen caminos de piedra nuevos y a mí no me alcanzaba ni para comprar una bicicleta. Los mineros de hoy tienen una 4x4 para él y otra 4x4 para la señora.
-¿Qué siente cuando un vecino llega con la última 4x4? ¿Se acabó la épica del minero?
-Yo te voy a explicar. A estos huevones les dan 20 millones de pesos y muchos se preguntan cómo les dan tanta plata. No es nada lo que les dan para lo que ellos trabajan y para lo que se llevan las empresas multinacionales. Si les dieran el porcentaje que deberían darles, tendrían que darle arriba de 100 palos o 200 palos. ¿Qué sucede con ellos con los turnos de 20x10, de 15x15? No ven crecer a sus hijos, se les desarman las familias, se han separado un montón de familias por la ausencia del minero, entonces es complicado decir que la plata se la regalan. Se la ganan.
-¿Qué cree que se está premiando con el reconocimiento que ha recibido?
-Están premiando a mi duende. A mi gnomo. Tal vez a mucha gente no le parece bien el premio, porque yo no tengo título, no tengo máster, no tengo nada de eso, pero creo que mi obra se la merece.
-Cuando se anunció el premio, Usted dijo que trabajaba para las madres de los críticos…
-Con eso quise decir que yo no escribo para la gente sofisticada. ¡Cómo voy a ser un escritor sofisticado si aprendí a leer en una escuelita de campamento, si tenía un cajón de manzana como pupitre! Lo que yo escribo es para la gente que llora, que ríe. O para la gente que se compra mis libros en la vereda, los compra con el pie porque no tienen plata, apenas les alcanza para la comida y la ropa.
-Esa compra en la cuneta igual le pega a su bolsillo.
-Sí, pero con lo que gano me alcanza para vivir bien, no con lujos, pero bien, sin las necesidades de un pobre.
-¿Es justa la crítica de que usted no toma muchos riesgos en sus novelas?
-No sé, es mi estilo, no puedo escribir otra cosa. Y por qué tengo tantos lectores, anda tú a saber.
-Pero lleva décadas con este oficio. ¿Cómo estructura sus libros? ¿Controla a sus personajes o se deja arrastrar por ellos?
-Yo, a estas alturas, no sé nada. Yo soy un puente, no un teórico. Si tú me preguntas cómo escribí la novela, no tengo ni la menor idea, y de repente la escribí. Soy muy intuitivo, mis herramientas son la intuición, la imaginación, la experiencia.
-Cualquier enfermedad significa hacerse preguntas sobre la muerte. ¿Se le pasa esa idea por la cabeza?
-Yo me topé con la idea cuando me dieron los dos infartos, en Cuba. Le tenía miedo a la muerte, pero después de esos dos infartos y que estuve muerto un par de segundos, ya no le tengo miedo, ahora la espero con buena voluntad.
-¿Usted es ateo o creyente?
-Es muy incómodo decir que soy ateo, y muy cómodo decir que soy creyente. Yo soy un tipo que duda, para mí que no haya un Dios me parece increíble porque esto no se pudo hacer solo. Entonces soy un tipo que cree en la duda y duda lo que cree.
la última novela que escribió hernán rivera letelier, "hombres que llegan a un pueblo", fue publicada este año.
Por Daniel Gómez Yianatos
"¡Cómo voy a ser un escritor sofisticado si aprendí a leer en una escuelita de campamemto, si tenía un cajón de manzana como pupitre!"
Glenn Arcos