El 14 de octubre reciente, Eduardo Ernesto López Montes habría cumplido 88 años de edad. Pero, el destino quiso que se marche el 22 de octubre del año 2006, a pocos días de haber cumplido los 72. Eduardo Ernesto López Montes nació el 14 de octubre de 1934 en Santiago y sus padres fueron Luis López y Berta Montes, quienes también fueron progenitores de Eva y Renato. Posteriormente y con la familia radicada en Angol, desarrolló su vida educativa en dicha ciudad y más tarde se incorporó a la Escuela de Suboficiales de Carabineros. Así fue como una de sus primeras destinaciones fue a la localidad de Antilhue, donde conoció a quien se transformó en su esposa y compañera de vida: Yolanda Núñez Gallardo. Contrajeron matrimonio el 21 de mayo de 1970 y fueron padres de tres hijos: Yéssica, Mauricio y Alejandro, quienes prolongaron la descendencia a seis nietos, de los cuales conoció en vida a Gonzalo, Daniela, Maura y Camila. Posteriormente nacieron Maximiliano y Florencia. También y como parte de su carrera en la policía uniformada, Eduardo Ernesto López Montes estuvo destinado en Los Lagos y Valdivia, en el antiguo retén de Las Ánimas, donde se acogió a retiro con el grado de suboficial mayor. Como vecino del barrio de Las Ánimas, estuvo a cargo del comité de pavimentación participativa de la calle Bombero Reyes y siempre fue una persona preocupada de su comunidad y de organizar navidades para niños de escasos recursos. Su familia lo recuerda como "un hombre reservado, siempre preocupado de la unidad y el respeto entre los suyos. Era muy protector y un padre preocupado, amigo de sus amigos", a quien también le gustaba "maestrear" en su casa y como buen autodidacta, leer y estudiar mucho, especialmente historia de Chile. Eduardo Ernesto López Montes se marchó de este mundo el 22 de octubre de 2006 y su cuerpo descansa en el Cementerio Parque Los Laureles de Valdivia.

14 de octubre de 1934 nació Eduardo Ernesto López Montes, en Santiago. Como carabinero cumplió funciones en Antilhue, Los Lagos y Valdivia.

Hace prácticamente un mes, el pasado 17 de septiembre de 2022 se marchó de este mundo con su preocupación por el prójimo, su vocación de maestra y amor por los suyos, la profesora de enseñanza básica Ercira del Carmen Hernández Barría, recordada y querida por su labor educativa en las comunas de Corral y Valdivia. Ercira del Carmen Hernández Barría nació en Corral el 1 de octubre de 1948 y junto a sus hermanos Sonia y Miguel fueron los tres hijos del matrimonio formado por Humberto Hernández y Erna Barría. Estudió la enseñanza básica en el puerto de Corral, la enseñanza media en el Liceo Técnico de Valdivia y posteriormente ingresó a la Escuela Normal Camilo Henríquez de Valdivia, de cuyas aulas egresó como profesora en el año 1973. Su vida laboral la llevó a ser profesora primaria durante 10 años en la escuela de Carboneros, en isla del Rey; luego en Amargos y en Corral hasta 1993. La siguiente estación de su camino en la enseñanza estuvo en Valdivia: ejerció en las escuelas René Schneider, Angachilla y Francia, donde se acogió a jubilación en 2009. Ercira del Carmen Hernández Barría fue madre de una hija: Ana María Concha; y abuela de dos nietos: Martín y Amanda, a quienes entregó su amor infinito. Precisamente su hija Ana María la recuerda como "una mujer muy buena, que dejó un gran recuerdo y por esa razón llegó mucha gente a despedirla. Era muy carismática, optimista, alegre, siempre diplomática, no se enemistaba con nadie. Fue una profesora muy maternal con sus alumnos, siempre apoyando a quienes tenían más dificultades y a los más necesitados, ya que trabajó en escuelas vulnerables". Una vez jubilada y para mantenerse en actividad, se incorporó al grupo de adultos mayores "Camino de Luna", con el cual participaba en viajes y clases de gimnasia, baile entretenido y natación. Ercira del Carmen Hernández Barría abandonó el mundo terrenal el 17 de septiembre de 2022 y su cuerpo descansa en el Cementerio Municipal de Corral.

1973 fue el año en que Ercira del Carmen Hernández Barría egresó de la Escuela Normal Camilo Henríquez. Trabajó en Carboneros, Amargos, Corral y Valdivia.

y noche

Las lecturas de este domingo están orientadas a la oración y a la confianza que el creyente deposita en Dios, fuente y objeto de su fe. La relación entre la oración y la fe es -por lo mismo- un tema central en el texto del Evangelio de Lucas que leemos esta semana (Lc 18, 1-18).

Como en tantas ocasiones, Jesús cuenta una parábola para transmitir su mensaje: el juez injusto que no teme a Dios, ni se preocupa de las personas, menos de una pobre mujer viuda. La viuda representa a aquellos que tienen "hambre y sed de justicia". La actitud de constancia y perseverancia de ella, Jesús la presenta como un ejemplo de fe y de oración. Porque si un hombre injusto, como el juez de la parábola escucha y hace justicia a la viuda, por la sola razón de no ser molestado más, con cuanta mayor razón Dios hará justicia a sus fieles, a aquellos que lo invocan día y noche.

La motivación de Jesús para contar esta parábola, más que el tema de la justicia social (que de todas formas está presente en el texto por la presencia de la viuda) es la de enseñarles a orar, sin descanso, sin desanimarse, día y noche. La invitación es a hacer oración todos los días y todo el día. Y en este sentido cobra fuerza y significado la imagen de la viuda pobre: ¿por qué Jesús quizo escogerla?, precisamente porque la oración de los pobres es una oración llena de confianza y de esperanza. El pobre no tiene donde más poner su confianza, sino que en Dios. No son el dinero, ni el poder sus apoyos. Es una oración llena de esperanza, porque confía que le hará justicia Aquel que es el Justo y Misericordioso por sobre todo. La fe y la oración de los pobres es presentada por Jesús como modelo.

El último párrafo del evangelio dominical nos estremece y desafía a la vez. La pregunta de Jesús queda abierta a ser respondida por nosotros, no en forma intelectual, sino que con nuestra vida: ¿Encontrará fe el hijo del hombre cuando vuelva? Cada uno de nosotros tiene que responder a esta pregunta del Señor: ¿Cómo está nuestra fe?, ¿y mi oración?. Orar a Dios día y noche, poner nuestras vidas completamente en las manos de Él, sin descanso, así como la viuda pobre que con su insistencia y perseverancia se nos revela como ejemplo para nuestra oración cotidiana.