Violencia, drogas y niños en las calles
Hechos graves han ocurrido con menores de edad como víctimas y victimarios. Se ve un esquema vinculado al narcotráfico. Nada justifica la violencia. Pero droga, deserción escolar, falta de opciones, grupos organizados que ofrecen identidad y pertenencia, tejen redes complejas...
Esta semana se conoció la noticia de un nuevo asesinato de un joven en una población de Valdivia. Tenía 18 años de edad. Es el cuarto crimen de este tipo en menos de un mes en la región de Los Ríos. Preocupante. Y muy triste.
Si a este hecho sumamos los extraños acontecimientos en que resultaron heridas a bala tres personas durante el feriado largo, se abre un escenario complejo y con relatos más o menos similares: tiroteos en circunstancias poco claras, sin denuncias formales, pactos de silencio y protagonistas de corta edad, tanto víctimas como victimarios. Además, varios implicados casi niños con antecedentes penales, lo cual se traduce en trayectorias de vida complejas, donde la droga, la deserción escolar, la falta de oportunidades, la disponibilidad de armas en el mercado y la captura por parte de grupos delictuales organizados que ofrecen pertenencia e identidad, teje redes muy complejas de romper.
Por supuesto que ninguno de esos datos justifica la violencia, ni el daño que causan estas situaciones a las personas afectadas por ellas. Nada lo hace. Pero se observa con claridad antecedentes similares a los que se aprecian en otras ciudades del país, donde el narcotráfico y la violencia parecen reinar. Y hay que revisarlos antes de emitir juicios y decidir acciones.
Según registros de la Fundación San Carlos del Maipo publicados en julio pasado, en los últimos cinco años se ha observado una creciente presencia de menores de edad en delitos de alta connotación social en Chile. Y la droga -consumo, venta, traslado- está presente en más del 30% de los hechos analizados por la institución. La tendencia es previa a la pandemia; pero claramente la crisis la aceleró, señalan.
No resulta fácil abordar esta temática, porque implica mirar más allá de la inseguridad ciudadana actual; obliga a buscar la raíz de lo que sucede en las plazas y multicanchas abandonadas, en sectores donde el espacio público es territorio en disputa.
Intervenir a tiempo se hace urgente. Por ello los programas que puedan implementarse para mejorar los entornos son importantes; lo mismo apoyar a los dirigentes vecinales y escucharlos. Después del asesinato más reciente, la voz de los pobladores fue clara: hay miedo en las calles que antes eran tranquilas.