Érase una vez una hermosa digüeñe llamada Blanca, que nació en una parcela de Unión Chilena-Paillaco, Región de Los Ríos. Ella crecía junto a sus hermanitas en una rama de su madre Hualle. Soñaba con convertirse en una rica ensalada, ser comida cruda o en un delicioso guiso.

En los días de primavera se dedicó a crecer para que un ser humano la pudiese ver y rescatar de las verdes ramas del árbol. Después del 18 de septiembre, una niña con su madre y prima fueron a recolectarla. Junto a sus hermanas viajaron en una bolsa, pero antes se despidieron de su mamá, quien sintió orgullo por ellas.

Finalmente llegaron a la casa de la niña donde las lavaron, cortaron y le hacían cosquillas. Por fin se cumplió su sueño, ser comida en una rica ensalada acompañada de un rico vinagre de manzana con sal y un poco de agua.

La Digüeñe

(Pinatra) Soñadora

Autora tiene 9 años. Estudia en Escuela Rural-Manao Aguas Negras de Paillaco

Hace muchos años, yo y mis padres vivíamos en el bosque de la ribera del río San Pedro. Solo los tres. En una ocasión yo salí a la orilla del río a jugar y de la nada apareció una niña alta y delgada. Esa niña me tiró al río y se apoderó de mi alma. Me fui a mi casa y me dormí. A la mañana siguiente, despertamos y esa niña había matado a mis padres y ese apoderó de sus almas. Luego caminó 30 kilómetros hasta el pueblo más cercano para matar más personas y apoderarse de sus almas también. En total fueron 83 almas que se fueron ese día.

Se cuenta que aún en las noches se ve caminar a esa niña esperando encontrar otra alma para llevarse. Es por eso, que en la comuna de Los Lagos, la gente se encierra en sus casas muy temprano y apaga las luces.

Las almas sin descanso

Autora tiene 12 años de edad y es estudiante de la Escuela Los Maitenes de Los Lagos

Ayer fui a mi nuevo colegio de Los Lagos. Había una niña muy extraña, que siempre andaba rondando por el patio. Me dio curiosidad y le hablé:

-Hola ¿Cómo te llamas?

Ella me respondió: "me llamo Tamara". Conversamos un rato. Ella me contó que es hija del director y que le gusta estar en la escuela. También me invitó a quedarme después de clases, jugando.

Jugamos mucho, pero cuando llegó la hora de irme, ella no me dejó. Comenzó a hablar con voz extraña y de improviso se cerraron las puertas de la escuela. Yo traté de correr, pero me lanzó bruscamente sobre la pared del pasillo y me desmayé.

Cuando desperté, fui donde el director a contarle lo sucedido. Al entrar vi la fotografía de Tamara. El director se sorprendió mucho, pues me dijo que su hija llevaba muerta 20 años.

Mi nueva amistad falsa

Autora tiene 12 años de edad y es alumna de la Escuela Los Maitenes de Los Lagos

Nosotros, cuando vamos a buscar nalcas, llevamos un lazo. A veces escucho muchos pajaritos y veo también muchos animalitos y se ven unos paisajes hermosos en el sector de Ragintulelfu y se ven muchas cascadas. Y tenemos que bajar mucho, mucho para llegar a las nalcas, pero a veces me caigo y tengo que agarrarme de las matas y mi abuelo me dice: "ten cuidado te puedes caer muy abajo y te puedes lastimar"; pero vale la pena, nos llevamos unas ricas nalcas.

Historia de

mi abuelo y yo

Autor tiene 9 años. Estudia en la Escuela Rural Pullinque.

Había una vez una hormiguita llamada Josefina, ella hacía la comida más deliciosa, los que visitaban su casa quedaban encantados con sus deliciosas preparaciones, pero ellas cuando nadie la veía pegaba su orejita a la pared de su casa y escuchaba las conversaciones de Aurora, su vecina, que tenía un restaurante decían que era el mejor restaurante del hormiguero. Como el restaurante estaba al lado de su casa ella podía escuchar muy bien todos los ingredientes que nadie sabía dónde encontrarlos, solo Aurora; pero Aurora ya la había descubierto, así que decidió ir a hablar con Josefina.

Cuando por fin llegó a su casa le dijo que no pegara más su orejita a la pared, que ella también tenía talento para cocinar y así Josefina entendió todo y con la ayuda de Aurora pudo abrir un restaurante y no tardó en llenarlo de clientes.

La homiguita Josefina

Autora tiene 9 años y estudia en Escuela Rural Bocatoma de Panguipulli

Mañas. Así le llamaba su madre al pequeño Camilo de 8 años que vivía en Panguipulli, una pequeña ciudad del sur de Chile.

Un día muy normal de sábado y sin clases estaba almorzando en su casa de lo más tranquilo, cuando de repente sonó su teléfono; Mañas contestó, era su amigo Javier que lo había invitado a jugar a la plaza de juegos cerca de su casa. Camilo aceptó, se vistió y se fue rumbo a la junta. Todo era diversión y risas hasta que Javier lo desafió a meterse en un columpio de bebés. Camilo aceptó y se metió al columpio; y al principio era divertido hasta que después de 30 minutos de estar columpiándose y riéndose quiso salir del columpio y se le hizo imposible quedando completamente atrapado, Javier sólo se reía hasta que se dio cuenta que de verdad Camilo no podía salir.

Llamaron a la madre de Camilo. Al principio ella tampoco lo creía, hasta se molestó un poco mencionándoles que ya no le parecía chistosa la broma. Momentos después comenzó a llegar gente al parque de juegos a tratar de ayudar y tratar de sacar al pequeño Mañas del columpio.

Camilo estaba muy preocupado, hasta que finalmente sin lograr poder salir acudieron a los bomberos y el noticiero local de aquella ciudad y bomberos, lograron finalmente con una máquina sacar al pequeño desafiado por su amigo.

Finalmente, Mañas y Javier decidieron no seguir jugando en los columpios y fueron junto a la madre de Camilo a jugar a orillas del lago tomando helados y riéndose de lo sucedido.

Autor tiene 12 años de edad y estudia en la Escuela María Alvarado Garay

El casi famoso

Hoy me levanté muy rápido, me vestí solita para ir al gallinero. Anoche mi mamá dijo: "mañana nacen los patitos" y no podía esperar para ver mis nuevas mascotas; pero mamá pata es muy mañosa y no me dejó tocarlos y me dio un picotón y todavía me duele.

Durante la mañana me escondí detrás del hualle a esperar que la pata saliera con mis mascotas, para poder tocar una y me acerqué como si fuera un gato. Eran todos amarillos como un girasol y una de ellos tenía una mancha negra en su cabecita, la llamaré Manchita.

¡Corre, patito, corre! que viene el tiuque, escóndete debajo del estanque. Tendré que enseñarle karate a mi gatita Queso para que nos defienda de ese pájaro come patitos.

La mamá pata es como la mía, defendió a mis patitos del tiuque a picotazos, creo que las clases de karate serán para otro día.

Corre, patito, corre

Autora tiene 8 años. Estudia en Escuela Rural Bocatoma de Panguipulli