El reino de los humildes
El evangelio de este domingo es breve. Dice así: "Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre y nadie conoce el Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana" (Mt 11, 25-30).
El Padre Dios se revela misericordioso a todos, pero los sabios de este mundo hacen muchas veces ineficaz y vana la revelación de Dios. Los inteligentes y los sabios son aquí los maestros religiosos de ese tiempo, los escribas y los fariseos, conocedores de la ley y hábiles manipuladores de las tradiciones; poseyendo el conocimiento de la ley se convierten en opresores y cargan las espaldas de los pobres y de los ignorantes con pesos insoportables y ellos no los toman ni siquiera con un dedo.
Jesús, sin embargo, invita a todos los que están cansados y oprimidos, el yugo que le impone es dulce y ligero. Su yugo no es ligero porque sea menos exigente, sino porque es el mismo Jesús quien lo hace ligero con su solidaridad y concreta participación. Él, Jesucristo, es el primero entre los pobres, de los sencillos. Él carga la cruz sobre sus espaldas y de esa manera hace soportable la cruz de quienes lo seguimos. La ley del reino de Dios es la ley del más pequeño, del más pobre. Dios escoge a los humildes, a los simples y a los ignorantes. La corona de Jesucristo y del Padre son los pobres y sufrientes.
"Dios escoge a los más humildes, a los simples y a los ignorantes. La corona de Jesucristo y del Padre son los pobres y sufrientes".