La memoria no es frágil en "Libros Marcados", lo último de Antonia Torres
PUBLICACIÓN. Vivencias de infancia y juventud con su fallecido padre, un también célebre escritor, marcan la pauta de la emotiva obra.
Jorge Torres Ulloa solía ir en bicicleta a todas partes. Sobre la barra de la Oxford azul, entre el sillín y el manubrio, había instalado una pequeña silla de metal. Ahí sentaba a su hija Antonia en los recorridos por Valdivia.
Ella recuerda aquello y el haber sufrido un accidente con sus dedos apretados por el freno de mano. También recuerda a su padre calmándole el dolor. Ese momento y otros que vendrían más tarde están contenidos en "Libros Marcados" (Random House), el regreso de Antonia Torres a la prosa tras su novela "Las vocales del verano" de 2017.
Esta vez presenta una serie de breves crónicas autobiográficas, en las que revela las distintas capas del vínculo con su padre fallecido en la primavera de 2001. Él fue artesano ocasional, comerciante, director de teatro y poeta; y parte de su impronta es que la transita por las 135 páginas de la emotiva obra.
¿Cómo fue el proceso de recolección de datos de su propia memoria en relación a su padre?
-La escritura es un ejercicio permanente que va acumulando notas o fragmentos a lo largo del tiempo. En ese sentido escritura y memoria van juntas, al menos para mí. De pronto me di cuenta que en esa acumulación había algo así como una constante, un tema que se repetía. Y el tema era más o menos atractivo: el padre poeta para una hija poeta. El asunto es siempre el cómo, porque el mundo está lleno de buenos temas o ideas para el arte; el problema es su realización. Cómo hablar del padre sin someterse únicamente a su ley, por ejemplo. Cómo hablar desde la intimidad y la ternura que te da la filiación, pero sin perder la distancia para observar la sombra que esa misma figura arroja sobre la hija que aspira a desarrollar su propia obra.
¿Cómo es el Jorge Torres que redescubrió a través de la escritura de "Libros Marcados"?
-Creo que en este libro intento descubrirme a mí, no solo a mi padre. Jorge Torres fue una figura tutelar para muchas y muchos escritores, sobre todo del sur, cada uno de los cuales tienen una versión y una experiencia de su personaje. Era una especie de pesimista alegre, un maestro severo que no permitía la autocomplacencia. Pero también capaz de una ternura y una intensidad vital inusuales. Todo eso lo sabemos quienes compartimos con él. Ejerció una especie de paternidad intelectual y artística sobre muchos. Pero sucede que yo fui su hija por partida doble: literaria y familiar. Y aunque se quiera evitar, 'a veces la poesía cae en cascadas sobre las generaciones', como dice la Symborska. En este libro quise hacerme cargo de ello: del padre escritor y de su herencia. En el medioevo los hijos heredaban el oficio del padre (digo padre porque las madres solían estar relegadas a planos más domésticos e íntimos de la vida familiar): la observación de unas ciertas técnicas convertía a los hijos en aprendices y así no solo se heredaba el nombre y unos ciertos rasgos físicos, sino que también un oficio con el que ganarse la vida. La primera escuela era, por lo tanto, tu propia familia. Por ello no es tan raro heredar el oficio de la escritura, cuestión que en la historia literaria chilena tiene por lo demás varios ejemplos.
¿Por qué decidió que una relación tan personal, como la de una hija con su padre, se vuelva de conocimiento público?
-El arte siempre hace eso: vuelve universal un asunto personalísimo. Transforma la anécdota privada en algo ecuménico, por ponerlo en términos espirituales. El punto de partida puede parecer muy impúdico y referencial, pero el contexto y sus consecuencias no lo son. Ambos ejercemos un oficio que vuelve la palabra algo público y colectivo. Algo político. Luego, ambos habitamos un espacio artístico que es siempre de todos. Además, qué te hace pensar que lo que cuento allí es 'la verdad y nada más que la verdad', jurídicamente hablando. En cualquier caso, los libros son mensajeros misteriosos: el noventa por ciento de quienes van a leer este libro no me conocen ni menos conocieron a Jorge Torres. No les interesa un comino mi familia, mis cuitas, Valdivia, la dictadura o incluso Chile. Lo que podría hacer valiosa esta obra para esa mayoría es su carácter humano universal: la educación sobre la muerte, las vocaciones, el machismo, el autoritarismo, etc.