Siete de cada diez usuarios jóvenes estarían dispuestos a cambiarse hoy desde una isapre a Fonasa. La cifra es parte de los resultados de una encuesta realizada por el Centro de Investigación de Empresas y Sociedad (CIES) de la Universidad del Desarrollo, en conjunto con Seguros Sura, difundida ayer en diversos medios de comunicación, y en la cual también se indica que el 41% de los mayores de 61 años optaría igualmente por dejar a las instituciones privadas de salud, principalmente por las alzas de los planes y los costos de mantención de los mismos.

El estudio se da a conocer en el complejo contexto que viven las aseguradoras luego de los fallos de la Corte Suprema por sus sobrecobros, y en medio de la reciente polémica por los montos de la millonaria deuda que deberán cancelar a sus afiliados. Esa cifra en un comienzo había sido informada por la Superintendencia de Salud por US$ 1.400 millones de dólares; sin embargo una comisión de expertos -convocada desde el Senado- la recalculó a US$ 451 millones (412 mil millones de pesos chilenos), casi mil millones de dólares menos; además de proponer un plazo de diez años para saldarla.

Este número, si bien no implica una decisión vinculante para una resolución, ha generado reacciones diversas. El senador por Los Ríos Iván Flores, por ejemplo, señaló hace algunos días que se estaría buscando un "traje a la medida para las isapres", olvidando que fueron penalizadas por "cobros indebidos y reincidentes"; por otra parte, varios analistas advierten que incluso esta mirada con rebajas no evitaría que varias de estas entidades quiebren, aplicando una presión mayor al sistema público de salud, por la lógica migración de usuarios hacia él.

Sin duda se trata de una materia sobre la cual es necesario mantener la atención pública, aunque a veces los términos o las explicaciones se hagan difíciles de comprender para la mayoría. Es preciso recalcar que el tema sin duda es importante a nivel nacional y más en regiones como la nuestra, donde el 96% de la población se atiende a través de Fonasa y cualquier sobre carga o exigencia mayor en el sistema público tendría repercusiones en la comunidad.

Quedan menos de tres meses para el término del año y uno de los temas relevantes es el inicio de un nuevo proceso de admisión, que trae nueva oportunidades y desafíos. En este contexto es importante reflexionar sobre el significado de esta oportunidad que tienen miles de jóvenes para formarse de manera integral, a través de la educación superior.

Desde dicha perspectiva, en la etapa de enseñanza media, los jóvenes se preguntan sobre su futuro y cómo pueden prepararse para enfrentar los desafíos que la vida les presentará. Una de las respuestas a esta interrogante se encuentra en la educación superior.

En este sentido, debemos señalar que la educación superior no solo es un paso más en nuestra trayectoria educativa, sino que se convierte en un puente directo hacia el mundo profesional, laboral, de la innovación y el emprendimiento, impactando directamente en el desarrollo del entorno y sus comunidades. Esto porque cada aprendizaje logrado en las aulas es una herramienta poderosa que les permitirá destacarse y alcanzar grandes logros en sus respectivas disciplinas, aportando a su entorno social, económico y cultural. A partir de ello, podemos entregar una serie de beneficios de lo que significa la educación superior. El primero, es que esta formación abre un abanico de oportunidades laborales, con mejor remuneración, y mayores perspectivas de crecimiento. En segundo lugar, el poseer conocimiento especializado, implica una ventaja en el mercado laboral, por sobre aquellos que no ingresaron a la educación superior.

Otro elemento clave es el desarrollo del pensamiento crítico, la resolución de conflictos, y el trabajo en equipo, habilidades fundamentales y altamente valoradas en la sociedad actual.

Además, la educación superior ofrece la oportunidad de establecer redes de contacto con personas de diversas disciplinas y profesiones. Estas redes pueden ser invaluablemente útiles a lo largo de la vida profesional y personal. Pero la educación superior no solo implica el desarrollo de conocimientos disciplinares, sino también la entrega de competencias de especialidad, empleabilidad y sello valórico que contribuyen al crecimiento personal.

Todo esto es especialmente relevante, si observamos el informe Education at a Glance del año 2023, elaborado por la OCDE, que señala como dato relevante que el 26,1% de la población de Chile que tiene entre 18 y 24 años de edad no estudian ni trabajan.

El llamado es entonces a los jóvenes y sus familias a atrévase, ir más lejos, desafiar sus propios límites, y vivir una experiencia transformadora en educación superior.

Laura Bertolotto Navarrete

Rectora Santo Tomás Valdivia

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